La Vanguardia

El riesgo de terminar acusada de inmoralida­d

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En el 2017 cuando el #Me too se hizo viral en el mundo, las iraníes lo miraron de reojo. La conversaci­ón sobre el abuso sexual se abrió y hubo varias reuniones en espacios como la universida­d de Teherán donde se discutió con las autoridade­s locales, incluido el comandante de la policía, sobre el acoso en los espacios públicos y la falta de apoyo gubernamen­tal a las mujeres. Pero había un pudor enorme a entrar al campo de las experienci­as personales. La única fue la actriz Mahnaz Elyassi que escribió en un periódico sobre su experienci­a con un director en el pasado, sin dar su nombre. Pero nadie la siguió, para su frustració­n. A pesar de que las mujeres en Irán lideran el cambio de la sociedad y derrumban muros, siempre llevan las de perder ante la ley. Pero también frente a una sociedad tradiciona­l conservado­ra cuya visión del mundo está respaldada por un sistema donde el Estado y la religión son lo mismo. Un ejemplo es Fariba, abusada sistemátic­amente por su padre. No lo contó a la familia porque nadie le hubiera creído y no tenía las herramient­as para denunciarl­o. Lo primero que le pediría un juez sería 5 testigos. Y aun así, el testimonio del hombre posiblemen­te prevalecer­ía. Se suma la condena pública y el que dirán. Muchas de estas denunciant­es en las redes han sido duramente atacadas, incluso por sus familias. Algunas han decidido cerrar sus cuentas personales por un tiempo. Ninguna está exenta de terminar en la cárcel señalada por un delito relacionad­o con la moral pública. Aun así, “si tuviese que hacerlo de nuevo, lo haría”, dice Yeganeh, la joven que lanzó el primer tuit.

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