La Vanguardia

Los votos que cambian las mayorías

Los resultados vascos y gallegos se explican por el cambio de marca de medio millón de votantes de las anteriores elecciones generales

- CARLES CASTRO

Si todo el mundo votara siempre lo mismo, la democracia sería muy aburrida: una especie de día de la marmota electoral. Afortunada­mente, muchos electores cambian de marca y su comportami­ento genera nuevas mayorías. Y no son pocos. Por ejemplo, de acuerdo con las encuestas del CIS, los resultados de los comicios vascos y gallegos del pasado 12 de julio responderí­an al cambio de papeleta por parte de más de medio millón de votantes de las elecciones generales de hace un año. Concretame­nte, casi 150.000 en el caso de Euskadi y más de 360.000 en el de Galicia.

Solo a partir de esa conducta dual se explica, entre otras cosas, que el voto del PP gallego creciera en más de un 32% entre las legislativ­as de noviembre del 2019 y las autonómica­s de julio pasado. Es decir, un incremento de más de 150.000 papeletas. Y lo mismo cabe decir del Bloque Nacionalis­ta. Su sufragio creció en más de un 150%, lo que en números absolutos se tradujo en casi 200.000 votos más que el 10-N.

Claro que, al final, las elecciones suelen ser una cita de suma cero. El avance de populares y nacionalis­tas lo sufragaron los perdedores de esos comicios: el PSOE y Podemos. Los socialista­s extraviaro­n más de 200.000 votantes. Una cuarta parte de ellos se fueron a la abstención –que creció siete puntos en las autonómica­s-, pero cerca de 68.000 apoyaron en julio al popular Núñez Feijóo y casi 90.000 apostaron por el Bloque Gallego.

La debacle de Podemos (que perdió al 73% de sus votantes de las generales) contribuyó en su caso a impulsar el ascenso del Bloque, ya que hasta 80.000 electores morados cambiaron de papeleta en las autonómica­s en favor del nacionalis­mo gallego. Finalmente, la apabullant­e victoria del PP se sustentó sobre su capacidad de pescar en todos los caladeros fronterizo­s. Es decir, atrapó votantes del PSOE, pero también de Vox (aunque en este caso la mayoría de las pérdidas de la ultraderec­ha se habrían ido a la abstención) y, sobre todo, de Ciudadanos, que cedió tantos votos (casi 65.000) que muchos de ellos no procedían de las generales de noviembre sino de las de abril (cuando Rivera cosechó 184.000 papeletas en Galicia).

El escenario vasco, aunque menos espectacul­ar, registró también un visible comportami­ento dual de los electores. Para empezar, la abstención creció aquí en casi 16 puntos entre las generales y las autonómica­s. Y los casi 150.000 votantes que cambiaron de marca entre unos y otros comicios volvieron a concentrar­se, como en Galicia, en los dos partidos de la izquierda estatal: PSE y Podemos. Los socialista­s perdieron más de 100.000 votos (casi la mitad de su cosecha de las generales), pero 44.000 de ellos apoyaron en las vascas al PNV.

Por su parte, Podemos cedió todavía más papeletas (en torno a 110.00 o el 60% de su sufragio de las generales), pero en su caso el destinatar­io principal de sus pérdidas fue la izquierda abertzale, Bildu, que se hizo con más de 52.000 electores que ocho meses atrás habían apoyado a la coalición que lidera Pablo Iglesias. Por el contrario, en el escenario vasco el comportami­ento del elector que vota en las legislativ­as a formacione­s de centro y derecha de ámbito estatal estuvo marcado exclusivam­ente por el repliegue. La coalición Pp-ciudadanos extravió la mitad de sus votos de las generales (más de 57.000), pero el grueso de esas desercione­s (48.000 votantes) se refugió en la abstención. Y algo parecido, aunque en menor medida, ocurrió con los electores de Vox.

A veces los partidos se olvidan de que los votos no son de nadie. Su único dueño son los ciudadanos.

El PSOE gallego cedió 68.000 electores al PP y 88.000 al Bloque, y Podemos casi 80.000 a los nacionalis­tas

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