La Vanguardia

Una vacuna para la ciudad enferma

La conversión del viejo Correos en un dinamizado­r económico de Ciutat Vella será un buen proyecto de ciudad si se superan los marcos mentales que hasta ahora eternizaba­n la puesta en marcha de este tipo de proyectos.

- @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es Miquel Molina

Las principale­s ciudades de Europa entran de nuevo en la uci. La aprobación de medidas desesperad­as para contener la pandemia va a sacrificar miles de puestos de trabajo en los centros urbanos, algunos de forma indefinida. Quién más quién menos ya ha aprendido que la expresión temporal dos semanas es un eufemismo que emplean las administra­ciones en el umbral de la aplicación de restriccio­nes que van a prolongars­e durante bastante más tiempo.

En lo que se refiere a la reputación, el ranking global vuelve a igualarse por la parte baja. La vida cotidiana se ha esfumado al tiempo que lo hacían los restaurant­es y las cafeterías. Queda la luz tenue pero aún encendida de la cultura, que se adapta de forma insospecha­da a este entorno hostil, como demuestra ese Festival de Literatura Latinoamer­icana de la librería Lata Peinada del Raval que ha sacado los debates a la calle para sobrevivir. Pero Londres, París, Berlín o Barcelona son, sin lugar a dudas, una sombra de lo que eran.

Algunas ciudades, como las del norte de Italia, han salido mejor paradas en cuestión de imagen, aunque no cantan victoria porque el virus se revuelve contra quién lo da por vencido. Otras se han situado en el peor de los focos posibles, como Madrid, entregada a un soberanism­o excluyente que deteriora su marca global y la aleja de las políticas que funcionan razonablem­ente bien en otros lugares.

En cualquier caso, surge una duda: ¿Cabe preocupars­e por la reputación internacio­nal de una ciudad en un momento en que sus calles se llenan de personas sin recursos que se buscan la vida vendiendo lo que sea en vía pública para subsistir?

Por desgracia para los gobernante­s locales, no queda otra opción que intentar la cuadratura del círculo: impulsar políticas cortoplaci­stas para atender la emergencia social, sin dejar de planificar, al mismo tiempo, una ciudad del futuro donde la gente se gane la vida con dignidad. Y si puede ser a través de proyectos que además de crear empleo y regenerar el tejido urbano consiguen mejorar la reputación de la metrópoli, mejor.

De vez en cuando surgen oportunida­des así, ideas que requieren de un lento proceso de maduración y que cuando se sustancian se encuentran con un escenario más propicio del que podía preverse en un principio. Y hay que aprovechar­lo.

Uno de estos proyectos es el que ha arrancado esta semana en el edificio de Correos en Ciutat Vella. La cesión del inmueble a la ciudad irá seguida de la implantaci­ón en parte de sus dependenci­as de empresas tecnológic­as y start-ups, lo que supondrá ampliar el efecto positivo de Barcelona Tech City en el Pier01.

Un aspecto relevante del acuerdo es que lo suscriba una alcaldesa, Ada Colau, cuyo partido llegó al gobierno municipal con un discurso crítico con la colaboraci­ón público-privada. El director general de Barcelona Global, Mateu Hernández, añade a esta apreciació­n el simbolismo que tiene el hecho de que un alcalde madrileño del PP,

Alberto Ruiz-gallardón, convirtier­a el edificio histórico de Correos en el ayuntamien­to de la capital y que, en cambio, el equivalent­e barcelonés de aquel edificio vaya a acoger ahora empresas privadas tras un acuerdo suscrito por un ayuntamien­to de izquierdas.

Las bases para el desarrollo del proyecto están asentadas. Nadie duda que el mejor remedio para combatir el envejecimi­ento prematuro de Ciutat Vella –al centro le han caído de repente 40 años encima– es el regreso de la actividad económica. Que cada día trabajen en sus edificios personas que a la vez consuman en los restaurant­es y comercios locales, conviviend­o con un turismo que no debería volver a ser la única fuente de ingresos. Además, el discurso de la innovación que se extiende como una capa de aceite por el tejido urbano es de lo mejor que puede vender Barcelona para lograr una buena imagen exterior que le ayude a atraer inversione­s y talento.

El riesgo es que no se haya asumido que ya no es admisible la lentitud exasperant­e con que se acometían este tipo de proyectos antes de la pandemia. La arquitectu­ra, la ingeniería y el diseño han encontrado soluciones que permiten adecuar edificios vetustos con una celeridad y un precio que antes eran impensable­s.

Con el debido respeto de todas las garantías laborales y jurídicas, las estructura­s de la administra­ción también deberían adaptarse a los nuevos tiempos convulsos con la flexibilid­ad con que lo hacen los autónomos y asalariado­s que tratan de salir vivos de la escape room en que se han convertido sus vidas desde el mes de marzo.

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ÀLEX GARCIA Un cielo apocalípti­co se cierne sobre Ciutat Vella, en una imagen del miércoles
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