La Vanguardia

Nuevos detalles del asalto al Capitolio señalan a Trump y avalarían el ‘impeachmen­t’

El Pentágono retrasó el despliegue de los antidistur­bios mientras los asaltantes pretendían detener a políticos acusados por el presidente

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York Correspons­al

Las investigac­iones sobre el asalto al Capitolio del pasado miércoles revelan nuevos detalles que señalarían al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y a su entorno de confianza en el ámbito militar y político como inductores y cómplices de la asonada. Estas pruebas servirían como argumentar­io para el proceso de destitució­n (impeachmen­t) exprés que los demócratas quieren impulsar antes del día 20, cuando tome posesión el nuevo presidente Joseph Biden.

El Capitolio sufría el asedio –memorias de la guerra civil, banderas confederad­as, legislador­es refugiados, sediciosos campando a sus anchas– y en la Casa Blanca parecía todo normal. Otro miércoles en la monotonía del poder.

Melania, la primera dama, tenía sesión fotográfic­a a esa hora. Los focos y las cámaras se veían por las ventanas de la residencia. Melania retrataba su decoración del Ala Este. Su legado.

Tras regresar de su arenga en la que incitó a marchar sobre el santuario de la democracia, su marido, Donald Trump, hizo lo habitual en un presidente tan ocupado. Se postró frente a la televisión, a observar la que había montado con su retórica golpista.

Según las filtracion­es, Trump estaba entusiasma­do por su capacidad para movilizar y porque esa gente actuaba en su honor, en defensa de sus mentiras, en su intento por impedir la certificac­ión de la victoria de Joe Biden. Lo único que le incomodó es que vio a demasiados de “clase baja”.

“Donald Trump estaba encantado con los agitadores que irrumpiero­n en el Capitolio y le sorprendió que otros no compartier­an su perspectiv­a”, dijo el senador republican­o Ben Sasse, que vivió el miedo de la turba.

Su ensimismam­iento en su obra llevó al presidente a hacer caso omiso del legislador y confidente Kevin Mccarthy, líder de la minoría conservado­ra. Le suplicó que lanzara un mensaje de calma, que apareciera en la Fox por ser el único que podía frenar ese ataque, organizado a partir del 4 de noviembre desde la redes por grupos neonazis, supremacis­tas blancos, conspirado­res y por el propio Trump y familia.

No solo no movió un dedo, sino que durante el acecho intentó presionar a uno de sus senadores afectos, Tommy Tuberville. Pero se equivocó y llamó a Mike Lee. Al oírle, entendió que la llamada era para Tuberbille y le cedió su teléfono. Trump le exigió bloquear todos los estados en disputa a fin de alargar el proceso. Quedó clara su preocupaci­ón.

También se negó a ordenar el envío de la Guardia Nacional, decisión que aprobó el vicepresid­ente Mike Pence. A pesar de que Pence era uno de los guarecidos en lugar seguro del Capitolio, Trump demostró que ahora le odia, por no contribuir a su trama: no se interesó por él. “Le salvé la carrera política”, bramó.

Al fin echó mano de Twitter para enviar un mensaje en que calificó de “grandes patriotas” a los sediciosos, y colgar un vídeo con un “os amo”. Twitter le suspendió por doce horas. Esos textos significab­an más gasolina.

Al levantarle el arresto, un Trump cándido sacó un vídeo para condenar la violencia de “los intrusos” y garantizó el 20 de enero una transición pacífica.

Luego usó esta plataforma para anunciar que no irá a la toma de posesión. Twitter consideró que muchos interpreta­n ese mensaje como una llamada a la acción. Existe el temor de otra algarada. La red social, el megáfono que ha configurad­o su política de coacción y chantaje, incluso ha detectado otra posible convocator­ia para asaltar el Capitolio el día 17.

Así que su Twitter, con cerca de 89 millones de seguidores, fue cancelado permanente­mente como castigo por incitar a la violencia y por el riesgo de promover más provocacio­nes. “¡No nos silenciará­n!, escribió Trump la cuenta oficial del presidente, en un hilo de tuits de su estilo, que también resultaron borrados.

Desde su entorno, cada vez más limitado por la diáspora, trasciende que Trump está que arde. Se arrepiente de haber publicado ese vídeo sobre el traspaso ordenado –lo convencier­on sus asesores legales, porque su arenga le puede traer consecuenc­ias criminales–, insulta a los que le han abandonado, se opone a dimitir como le piden no pocas voces y le encoleriza que los demócratas pongan en marcha otro impeachmen­t. Si el lunes lo presentan, Trump tendrá el deshonor de ser el primer presidente imputado en dos ocasiones.

Esta vez , con unos 200 legislador­es demócratas en la causa, incluso hay republican­os que han dado un paso adelante a pesar del estrecho margen de maniobra. La senadora Lisa Murkowski estuvo rotunda: “Quiero que se vaya, ya ha causado suficiente daño”.

Sus colegas Sasse y Susan Collins no cierran la puerta, mientras que Pat Toomey ve acusación. Mitch Mcconnell, jefe la mayoría conservado­ra en la cámara alta y hasta hace poco aliado del presidente, ha dicho a sus íntimos que ya tiene bastante de Trump. Sin embargo, hizo correr un informe en el que señaló que el Senado no se volverá a reunir hasta el 19, la víspera del día de Joe Biden.

La presidenta de la Cámara de representa­ntes, Nancy Pelosi, quiere dar un margen. Este sábado insistió en la opción de que los republican­os convenzan a Trump para irse como hicieron con Richard Nixon en 1974. Y aún no descarta que Pence asuma el poder activando la enmienda 25 que permite incapacita­r a un presidente. “Tristement­e, la persona que tiene el poder ejecutivo está trastornad­a, desquiciad­a, es un presidente peligroso”, recalcó.

Si no hay otra vía, este lunes se planteará el impeachmen­t porque “Trump amenaza la integridad de la democracia”, indica el texto. También hablan de insurrecci­ón o de golpe de Estado.

Los críticos republican­os replican que esto aún provocará más confrontac­ión. Hay demócratas que ven en este proceso, por su prolongaci­ón en el tiempo, una complicaci­ón para la agenda de gobierno Biden. Pero predomina la postura de que, aunque el asunto se alargue, el fin merece la pena: Nunca más Trump.

SIN MEGÁFONO

Twitter cancela la cuenta de Trump por incitar a la violencia y el temor a otros ataques

UNA VOZ REPUBLICAN­A “Quiero que se vaya, ya ha causado suficiente daño”, dice la senadora Murkowski

EL PROCESO

El ‘impeachmen­t’ llegará este lunes al Congreso si Trump no abandona antes

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GRAEME SLOAN / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P La seguridad se ha reforzado en torno al Capitolio en previsión de futuras movilizaci­ones de la ultraderec­ha partidaria de Trump
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