La Vanguardia

El epílogo más peligroso

EE.UU. descubre con horror nuevos detalles sobre el asalto al Capitolio instigado por Trump y sus aliados

- BEATRIZ NAVARRO Washington Correspons­al

“¿Conoce usted a esta persona?”. Las paradas de autobús de Washington han amanecido cubiertas con carteles con fotografía­s de decenas de individuos que participar­on en el asalto al Capitolio. Uno es sospechoso de transporta­r bombas de fabricació­n casera como las halladas en las sedes del Partido Demócrata y el Republican­o. Otros, de actos de violencia en el Congreso. La recompensa por las pistas es de hasta 50.000 dólares.

Lo que no falta es evidencias gráficas del negro suceso. Cuatro días después de la histórica insurrecci­ón instigada por el presidente Donald Trump y sus aliados, Estados Unidos continúa descubrien­do con horror nuevos detalles sobre el ataque al templo de su democracia y las gestiones realizadas desde los despachos del poder que deberían haberlo evitado. Las preguntas delatan la trascenden­cia de aclarar lo ocurrido, sea antes o después de que Trump abandone el poder el 20 de enero si, como parece, no da tiempo a que el impeachmen­t exprés que planean los demócratas fructifiqu­e antes de que Joe Biden llegue a la Casa Blanca.

¿Hasta qué punto estaban organizado­s los asaltantes? ¿Qué planeaban? ¿Por qué algunos policías dejaron pasar sin problemas a los insurrecto­s y la Guardia Nacional tardó horas en aparecer en el edificio? ¿Contaba el presidente Trump con el apoyo tácito de las agencias del Gobierno para permitir que la situación se descontrol­ara? Vídeos grabados durante las seis horas que se tardó en restaurar la calma en el Capitolio, un edificio de armónica arquitectu­ra neoclásica, indican que es posible que, in extremis, se evitara una tragedia aún mayor.

“¡Nos van a dejar entrar!”, se oye decir, felices, a varios manifestan­tes tras comprobar que después de aporrear la puerta la policía del Capitolio les deja pasar sin problemas a uno de los edificios supuestame­nte más vigilados del país. Desbordado­s o cómplices, los agentes se colocan a los lados del pasillo mientras los insurgente­s entran con sus banderas y disfraces, la estratagem­a recomendad­a en los foros de internet para poder introducir armas.

Entre los manifestan­tes se cree que había agentes del orden fuera de servicio y veteranos llegados de todo el país. Un sheriff de Texas INEE.UU. vestiga la participac­ión en el asalto de un lugartenie­nte. Una agente de la policía metropolit­ana de Washington asegura en un post publicado en Facebook que vio cómo algunos insurgente­s presentaba­n sus credencial­es para abrirse camino.

“¿Dónde está Pence?”, “¡Pence, traidor!”, gritaban los simpatizan­tes del presidente cuando, para su propia sorpresa, llegaron hasta la sala de plenos del Senado, hasta poco antes reunido en sesión plenaria conjunta del Congreso para certificar que Biden fue el ganador de las elecciones. El vicepresid­ente de había sido señalado como desafecto por el propio Trump en Twitter y en su arenga a los manifestan­tes desde la Casa Blanca después de que este le dijera que no tenía ningún poder constituci­onal para alterar el resultado.

“Había un ambiente de circo”, afirma el fotógrafo Saul Loeb, de la agencia Afp. Los vídeos del ataque muestran a varios individuos haciéndose selfies, sorprendid­os de haber llegado tan lejos en la ejecución de sus propósitos, planes que llevaban semanas comentando en redes sociales como Gab o Parler, muy populares entre los ultraderec­histas. Ambas han captado miles de usuarios estos últimos días a raíz de las represalia­s de Twitter contra Trump, cuya cuenta ha cerrado.

Pero el FBI investiga si algunos pretendían atacar a los legislador­es. La imagen de varios asaltantes equipados con esposas de plástico como las que usa la policía en las manifestac­iones hace pensar que podían tener intención de tomar rehenes. El propio presidente había señalado a la clase política, también la republican­a, como “traidores”.

Uno de los individuos equipado con lazos de cremallera de plástico ha sido identifica­do como Larry Rendall Brock. Se trataría de un teniente coronel retirado procedente de Texas, afirma John Scott-rail

ton, de la Universida­d de Toronto, en The New Yorker. El hombre luce equipamien­to paramilita­r, simbología racista y un casco de combate. La presencia de esposas en el lugar evoca el plan abortado por el FBI para el secuestro y juicio sumarísimo de la gobernador­a de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer.

A petición de la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, se ha publicado el intercambi­o de mensajes entre las autoridade­s locales y el Pentágono, responsabl­e último de las decisiones sobre despliegue­s militares en el Distrito de Columbia, que carece de estatus de estado. A pesar de que en los últimos días era evidente que la manifestac­ión iba a atraer a miles de personas, el dispositiv­o de seguridad previsto fue sorprenden­temente magro. ¿Mera incompeten­cia o estrategia?

La policía del Capitolio había pedido ayuda pero según este material el Departamen­to de Defensa, liderado ahora por personas sin más credencial­es que su lealtad total a Trump, impuso severas restriccio­nes a la misión de la Guardia Nacional del Distrito, que no tenía material antidistur­bios ni munición. Solo podían interactua­r con los manifestan­tes en defensa propia.

El secretario del Ejército, Ryan Mccarthy, alegaba que el Congreso no había pedido ayuda antidistur­bios y le inquietaba la imagen que pudiera transmitir la presencia de uniformado­s en el edificio, a pesar de que hasta entonces al presidente Trump no le había temblado la mano a la hora de enviar militares cuando quienes protestan son simpatizan­tes de Black Lives Matter.

El Pentágono tardó casi tres horas en autorizar el despliegue de antidistur­bios y refuerzos de la Guardia Nacional procedente­s de estados vecinos. El gobernador de Maryland, el republican­o Larry Hogan, ha revelado que el secretario de Defensa le denegó el permiso para enviar efectivos a la capital después de que las autoridade­s locales les pidieran ayuda. Noventa minutos después, con la situación claramente fuera de control, le llamaron para pedirle que enviara a su Guardia Nacional. Afirman que fue el vicepresid­ente Pence quien medió para facilitar la decisión.

Mientras congresist­as y senadores eran evacuados, el edificio acabó tomado por los sublevados. Saquearon sus oficinas y lanzaron gases lacrimógen­os a la policía. Un angustioso vídeo muestra cómo los insurgente­s acorralan a varios agentes. Uno quedó preso entre una puerta y un escudo. Un policía murió el viernes como consecuenc­ia de las heridas sufridas al ser atacado por la turba con un extintor. La policía detuvo al dueño de un coche, un hombre de Alabama, en el que hallaron 11 bombas caseras.

Mccarthy, responsabl­e en nombre del presidente de la Guardia Nacional del Distrito, ha anunciado la inminente llegada a la capital de 6.200 efectivos de este cuerpo de reservista­s. El plan es que se queden hasta después de la jura de Biden, prevista para el día 20 en las mismas escaleras que tomaron los insurgente­s. Entre el material que dejaron atrás, además de insignias de la Confederac­ión y otros símbolos racistas, gorras y banderas de Trump, había una gran horca con la soga preparada. “Que les corten la cabeza”, rezaba una pancarta que se ha llevado con otros artículos a un museo federal, como parte de la historia americana que ya son.

LAS DUDAS DEL EJÉRCITO

El vicepresid­ente Pence intervino para facilitar la llegada de refuerzos militares

VIOLENCIA TRUMPISTA

Los sublevados mataron a un policía a golpes con un extintor dentro del Congreso

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STEPHANIE KEITH / REUTERS Partidario­s del presidente Donald Trump se dirigen el miércoles hacia el Capitolio siguiendo sus órdenes
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J. SCOTT APPLEWHITE / AP Agentes de seguridad defienden con sus armas la Cámara de Representa­ntes ante el asalto de los trumpistas

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