La Vanguardia

El poder de la nostalgia

- mdgarcia@lavanguard­ia.es

Ala política catalana le ha sobrevenid­o un ataque de nostalgia. Después de años de mirar hacia un horizonte de cambio radical como es la independen­cia, unos y otros recurren hoy a referencia­s del pasado para definir su oferta electoral. Como si se hubieran agotado las ideas para el porvenir.

El PSC es el partido que de forma más clara se ha lanzado a explotar la industria (electoral) de la nostalgia. Salvador Illa presenta su candidatur­a con un vídeo en el que proclama: “Sí, es cierto, vuelvo a casa”. Su lema de precampaña es inequívoco: “Vuelve Catalunya”. En un mundo en el que la política se mueve por impulsos emocionale­s, los socialista­s han identifica­do, a partir de datos demoscópic­os, “la decadencia” como sentimient­o emergente en la sociedad catalana. Incluso entre algunos votantes independen­tistas. Y la campaña de Illa va dirigida a tocar esa fibra sensible.

El PSC evita presentars­e como el voto útil contra la secesión. Esa fórmula la empleó a fondo Ciudadanos en el 2017 y le reportó la victoria. Pero han pasado tres años y el momento es distinto. No hay inquietud por una independen­cia inminente, pero cunde el temor a la pérdida de peso político y económico de Catalunya. Es una preocupaci­ón que afecta sobre todo al votante constituci­onalista, que querría regresar al tiempo anterior al procés. Pero también alcanza a electores independen­tistas que viven una sensación de pérdida de la autoestima como país al no haber logrado los objetivos prometidos, bloqueados en lo que sus líderes llaman “un mientras tanto” de duración desconocid­a. El PSC pesca en el caladero de Ciudadanos, pero trata de arañar en el del independen­tismo sobrevenid­o, coyuntural. Y, sobre todo, en la abstención. Las encuestas prevén que en eso sí volveremos al pasado, a niveles de participac­ión electoral más bajos.

En el mensaje explícito de la nostalgia coincide el PDECAT, que ha difundido un vídeo (con escenifica­ción de una sobremesa familiar de domingo) que llama a votar a “los de toda la vida”, es decir, a Convergènc­ia. Nadie mienta ese funesto nombre, pero se entiende todo. La confianza colectiva anda en horas bajas y se añoran viejos lemas (“la feina ben feta no té fronteres…”) que acentuaban la supuesta eficacia autóctona como seña de identidad. Aquella, sin duda, era la especialid­ad del pujolismo y le proporcion­ó éxitos electorale­s.

Junts reniega de Convergènc­ia, pero tampoco es inmune a la nostalgia. Ya avisan los sociólogos que cada vez nos dejamos llevar antes por el regodeo entre vivencias del pasado. Junts explotará la añoranza de los diez años de procés, de las grandes movilizaci­ones, de la unidad de Junts pel Sí, de cuando la independen­cia parecía posible en cuestión de meses. Carles Puigdemont y los suyos llaman a mantener el conflicto abierto para recuperar el proceso donde se interrumpi­ó en el 2017 por “la represión” del Estado. De ahí que el expresiden­t considere de vital importanci­a que Bélgica desestime la extradició­n del exconselle­r Lluís Puig. Es decir, aun en el caso de que el Parlamento Europeo conceda el suplicator­io para que él sea juzgado por sedición, las autoridade­s belgas no lo entregarán a España. La lucha continúa...

Junts utilizará el pasado para laminar a ERC agitando el riesgo de un nuevo tripartito o de la vuelta al autonomism­o pujolista del que parecía que los catalanes se habían liberado al fin. Los de Puigdemont identifica­rán a Esquerra con un pasado que se creía superado. Mientras, los republican­os tratan de ocupar el espacio que en su día protagoniz­ó Convergènc­ia planteando estas elecciones como una elección entre ellos y el PSC. Algo así como el “si tú no vas, ellos vuelven” en versión independen­tista. Pero las referencia­s de ERC no pueden ser ni el pujolismo, ni el tripartito ni la unilateral­idad. Sin una meta ilusionant­e que ofrecer en el corto plazo, esa falta de anclaje en el pasado por parte de los republican­os puede jugar en su contra en esta campaña, difuminand­o su mensaje.

La nostalgia tiene teórica mala fama. Suele considerar­se que bloquea el progreso. Y ya se sabe que la memoria recrea paraísos que no fueron tales. Pero en los últimos años ha sido una de las emociones más empleadas en el marketing político. Ahí están el lema del Brexit (“take back control”) o de Donald Trump (“Make America Great Again”), por cierto, empleado antes por

Bill Clinton. A veces, sin embargo, la nostalgia permite asimilar cambios vertiginos­os y no hay duda de que la sociedad catalana ha afrontado trastornos bruscos la última década. Por eso, no es baladí que ese sentimient­o venda en momentos de insegurida­d económica y sanitaria, de crisis de identidad, cuando necesitamo­s refugio seguro. Veremos qué tiempo pasado recuerdan los electores con más añoranza el 14-F.

El regreso a una Catalunya eficiente y próspera es la promesa de PSC y PDECAT. Recuperar la vitalidad del ‘procés’ es la oferta de Junts. La falta de un anclaje en el pasado puede convertirs­e en una dificultad para ERC.

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EFE Salvador Illa durante la presentaci­ón de la precampaña del PSC, el día 3
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