Una anilla de la cadena

Cuando pensaba si saldrían adelante, Martina Font no las tenía todas consigo. A finales del 2009 la crisis golpeaba fuerte y el negocio, como tantísimos, lo tenía difícil. La suya es una empresa familiar mediana y por su dimensión difícilmente podía competir con multinacionales que fabrican cajas de cartón como ellos. Pensaron que para salir adelante podían hacer lo que no hacían sus competidores, por ejemplo, cajas de unas dimensiones que nadie fabrica y adaptadas a demandas especiales. Pero quizá también podían imaginar otros productos para el transporte de mercancías. Dicen que las crisis pueden ser oportunidades, pero dar un paso como este los obligaba a repensar cómo habían trabajado y explorar arriesgando. Ahora son una anilla más, pequeña y necesaria, de la cadena virtuosa que aquí ha hecho posible el primer pinchazo en el brazo izquierdo de Josefina Pérez y, a partir de ella, a miles de personas más empezando por nuestros abuelos de las residencias.

Desde el momento en que la pandemia nos cambió la vida, se nos dijo que solo saldríamos cuando se descubriera un tratamiento y en aquel momento de inquietud ni los más optimistas pensaban que tendríamos la vacuna tan pronto. Pero el proceso de vacunación está en marcha. Ha sido fascinante seguir este progreso de esperanza global en acción, estar pendientes del trabajo de miles de personas y centenares de instituciones. Los científicos poniendo en valor la investigación acumulada. Los laboratorios usando tecnología puntera. Lasempresasfarmacéuticascompitiendo.los gobiernos invirtiendo en investigación. Tanta gente dispuesta a participar en los ensayos. Por fin las agencias de control autorizando el uso de las vacunas. La Unión Europea demostrando que es un transatlántico que no se detiene. Expertos y políticos planificando (mejor o peor) el complejo proceso de vacunación del que participan industrias auxiliares que fabrican el instrumental necesario para inyectar. Finalmente el personal sanitario que ha recibido la formación para administrar la vacuna. Y, en este tramo antes que se apriete el émbolo, también empresas de logística y de packaging como la de los hermanos Font.

El riesgo meditado que tomaron para salvarse de la crisis hace diez años ha tenido premio. Podían hacer cajas de medidas especiales y adaptarse a la lógica del e-commerce. Y quizá también invertir en investigación y dedicar parte de los beneficios a adquirir nueva tecnología. El objetivo era producir materiales que, dentro de una caja, permitieran transportar mercancías a una temperatura determinada. ¿Cómo hacerlo? Entendieron que les podía ser útil pedir colaboración a la academia y contactaron con el Centro Tecnológico de Transferencia de Calor, un centro de investigación que la UPC tiene en uno de los corazones históricos de la industria catalana: Terrassa. Con ellos desarrollaron un software específico para crear productos isotérmicos y, a la vez, hicieron una inversión de medio millón de euros que les permitiría disponer de un laboratorio en su planta donde simulan las condiciones reales de transporte a las que se someterá el embalaje. También contrataron personal con conocimiento tecnológico avanzado. Así han conseguido producir acumuladores de frío cuyo secreto es una fórmula propia de gel. Es el gel lo que posibilita conservar la mercancía transportada a la temperatura deseada. Desde un jamón que va a la China hasta una vacuna de Pzifer que va al brazo de Josefa.

Cuando pensamos en la nueva industrialización es fácil quedarse con el titular sin ver la realidad donde las cosas pasan. Pasan gracias a decisiones de personas que reactivan una tradición acertando con alianzas multiplicativas. Esta tradición que continúan unas personas que toman unas decisiones aliándose con los actores clave es lo que aquí mantiene activa la cadena de la prosperidad.

Cuando pensamos en la nueva industrialización es

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