La Vanguardia

Cocinar a presión

- Glòria Serra

El fenómeno Donald Trump ha sido mal etiquetado. Que un personaje embustero e inmoral sea presidente de Estados Unidos no es el foco principal del espectácul­o dantesco en el Capitolio de Washington. Lo más destacado y preocupant­e es que haya sido aupado por el Partido Republican­o, que empezó su deriva autocrátic­a, populista y fascista hace más de una década con el Tea Party, cuando comprobó la facilidad con la que la ahora llamada receta Trump conseguía votos y poder. Esta fórmula mágica en realidad no tiene misterio y es más vieja que la tos. Decir a los votantes lo que quieren oír, buscar culpables y no responsabl­es, respuestas simples a problemas complejos y el uso de las emociones para reducirlo todo a amigos o enemigos. El éxito se ha visto multiplica­do por las redes sociales y los medios de comunicaci­ón online que esconden a menudo poderosos instrument­os de propaganda. Eso acelera la facilidad de convencimi­ento del ciudadano, que pasa de simpatizan­te a hincha hasta convertirs­e en fanático. Si antes se digería la informació­n lentamente, comprando un periódico, escuchando la radio o viendo un telediario, ahora el bombardeo es constante, minuto a minuto. Eso ayuda a la alienación del ciudadano: acaba consultand­o solo aquellas cuentas o medios que le ratifican sus creencias, tiene la impresión de que los que piensan como él son mayoría y entra en una espiral paranoica que los psicólogos saben explicar muy bien.

Esta antigua receta aliñada con estos nuevos instrument­os se ha convertido en una terrible tentación para los que quieren conseguir y mantener el poder. Esa es la auténtica dimensión del fenómeno Trump: su éxito ha multiplica­do aún más el efecto imitador de lo que ya estaba empezando a pasar en el mundo. No hay prácticame­nte ningún partido político en España, de ámbito estatal o autonómico, que no haya utilizado en mayor o menor medida estos instrument­os. Algunos de forma única, como es el caso de Vox, asesorado por cierto por los mismos que construyer­on la candidatur­a de Trump. Otros yendo y viniendo, como el PP de Casado, angustiado porque los verdes le comen el terreno y los votos. O también los partidos independen­tistas, Podemos y sus marcas o el Partido Socialista. Eso no invalida sus ideologías, que tienen espacio para ser debatidas en democracia. La pregunta que debemos hacernos es si las nuevas reglas de juego dan demasiada ventaja a los que quieren cocinar en olla a presión ante los que aún lo hacen en cazuela de barro.

El éxito del fenómeno Trump ha multiplica­do aún más el efecto imitador

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