Vacuna contra Trump
Sin intermediarios y sin filtros. Rompiendo todas las normas de la buena educación y convivencia, atacando con los peores modales a quien le llevaba la contraria, azuzando los más bajos instintos de sus seguidores. Así alcanzó Donald J. Trump la presidencia de Estados Unidos, así ha gobernado y así ha instigado el vergonzoso asalto al Capitolio en el que murieron cinco personas.
Las redes sociales, que han revolucionado la comunicación del siglo XXI, se han convertido en sus manos en una herramienta de amplificación del odio. A lo largo de la historia no faltan ejemplos mucho más dramáticos de cómo gobernantes sin escrúpulos han usado los medios de comunicación de masas de su época para conducir a los pueblos a cometer los actos más atroces. La democracia de EE.UU. se ha balanceado al borde del abismo y, ante el riesgo de que Trump le diera el empujón definitivo, las redes sociales le han bloqueado sus cuentas, quitándole así el megáfono con el que emponzoñaba el ánimo del país. Muchos lamentan que sólo se hayan atrevido a hacerlo cuando ya está (esperemos) al final de su escapada. El funesto capítulo con el que se cierra la era
Trump, sin embargo, debe servir para recordarnos la importancia del periodismo riguroso que, frente a las dañinas y simplistas proclamas de Trump, construye sociedades informadas y tolerantes, crea consciencias críticas y aporta una visión compleja del mundo. Los lectores de ese país lo han entendido y cabeceras emblema del periodismo de calidad como
The New York Times han visto como en los últimos años se disparaban sus suscripciones digitales.
También en España los bulos y el extremismo tienen ahora su principal frente de batalla en internet: el 73% de los internautas lee las noticias en el móvil y el 44% accede a ellas mediante buscadores o redes sociales. Llevar a ese terreno el mejor periodismo y seducir a los lectores, allí donde estén, con las armas del rigor, la claridad, el ingenio y la honestidad es la mejor de las vacunas contra el odio y la desconfianza.
Frente a las dañinas arengas del aún presidente, el periodismo riguroso construye sociedades
informadas y tolerantes