La Vanguardia

Galdós ve claro

- Víctor-m. Amela

Benito Pérez Galdós sigue escribiend­o maravillos­amente bien, a base de releerle, reeditarle, redescubri­rle y adaptarle en la pantalla. La obra de Galdós es portentosa, por volumen, por amplitud, por profundida­d. Sobrevive porque nos tomó el pulso como nadie, y hace ya siglo y medio que documentó las dos Españas en sus novelas históricas y en las otras.

Galdós entendió con suma agudeza los móviles de los políticos (enriquecer­se), y las emociones de los de arriba y de los de abajo. Los envidiosos le llamaron “el garbancero” por la celeridad y prolijidad de su escritura: benditos sean los nutritivos garbanzos, qué dan guisos recios y suculentos. Lo son las historias de Galdós, que nacen de su facilidad para levantar personajes vibrantes, para moverlos, para cruzarlos entre sí y mezclarlos con la vida.

Escribo mientras veo el coloquio de “Historias de Nuestro Cine (La 2), con motivo de la adaptación de la obra galdosiana Marianela por el cineasta Benito Perojo, en el año 1940, su primer largometra­je de cine sonoro (había debutado en el cine mundo, en 1913: siete años antes, por cierto, de la muerte de Galdos).

Después de Marianela, ninguna otra obra de Galdós sería llevada a la pantalla en España hasta el año 1969 (cuándo Angelino Fons dirigió Fortunata y Jacinta), abandono que atribuyo a que la mirada galdosiana era más liberal que carlista, más civil que militar, más laica que confesiona­l, más demócrata que cuartelera, más humana que utópica y más de la idea que de la rabia: no resultaba fácil, por tanto. encajarla en el nacionalca­tolicismo imperante sin deformarla demasiado.

En una novela de Galdós que adoro por cuestiones sentimenta­les, que son las razonables, La campaña del Maestrazgo, ese gran personaje que es don Beltrán de Urdaneta, noble liberal en manos del fiero tigre carlista Ramón Cabrera (esto inspiraría a Perucho), ya dice lo que no ha dejado de ser verdad desde entonces acerca de los políticos y mandamases en nuestro solar patrio: “¿Libertad? ¿Religión? De ambas tenemos de sobras. Y unos y otros las enarbolan solo para su mangoneo y provecho propio, solo por avidez de dominio, por la ambición del poder que proporcion­a repartir la ración de pan y garbanzos y el cuartillo de vino que nos toca a cada español”. Así era y así sigue siendo, hoy tanto en Madrid como en Barcelona.

Luis Buñuel entendía bien a Galdós, y de ahí Nazarín y Tristana. Como Pedro Olea en Tormento y su cura enamorado. Como Fortunata y Jacinta de Camus o La Fontana de oro de Fernández Santos. O Doña Perfecta o El abuelo. Galdós es un gran maestro a la hora de contrapone­r valores equivalent­es y excluyente­s, dilemas morales que deberá resolver el lector en su conciencia.. o permanecer irresolubl­es por siempre, motor incesante de la historia de la humanidad en sociedad.

En la tele está terminando Marianela, chica pobre, bondadosa y poco agraciada que sufre al saber que el guapo ciego del que está enamorada y que le ama, muy pronto de amarla: van a operarle de la vista, entonces él la verá... y ahí morirá todo. Qué claro veía Galdós. – @amelanovel­a

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