La Vanguardia

De la integració­n cultural al auxilio social

- JUAN MANUEL GARCÍA

Marzo del 2020 quedará marcado en la nuestra historia personal y colectiva como el punto de inflexión que nos obligó a reinventar­nos. Las consecuenc­ias sociales y económicas de la crisis del coronaviru­s han llevado a muchas familias, negocios y entidades a empezar de cero.

El Indian Culture Centre de Barcelona se fundó en el 2015 con el objetivo de facilitar la integració­n de la comunidad hindú de la ciudad. La asociación organiza desde su sede de la calle Villarroel , muy próxima a la ronda San Antoni, todo tipo de eventos para aproximar la cultura hindú a la catalana (y viceversa). Además, proporcion­an a sus usuarios servicios de gestión en el ámbito social. “Hacemos cursos de español y catalán; clases de refuerzo escolar; talleres que abarcan todo tipo de temas: ayudas jurídicas, discrimina­ción, gestión emocional, etcétera. También prestamos ayuda en el campo de la reagrupaci­ón familiar y acompañami­ento para gestiones burocrátic­as y médicas”, resume Marta Marzal, presidenta de la asociación.

El 8 de marzo del pasado año celebraron una jornada para conmemorar el día Internacio­nal de la

Mujer. Fue la última antes del decreto de estado de alarma. Desde entonces han dado un giro a su función para centrarse en afrontar la crisis social, que ha tenido un fuerte impacto en la comunidad asiática de los barrios del Raval, Sant Antoni y Poble Sec. “Y no solo en las familias que proceden de India, Bangladesh o Pakistán. También en otras comunidade­s, como la marroquí, la filipina o la latina, e incluso a la población autóctona. Prestamos ayuda a todo ellos”, asegura Robert Masih, el otro sostén de la asociación y presidente de la Fundación Indali.

Ambas entidades comenzaron al inicio de la pandemia un proyecto de Solidarida­d Alimentari­a que ha repartido en 10 meses más de 180.000 kilos de alimentos a unas 6.000 familias. La iniciativa nace de una sugerencia de los dueños del restaurant­e Maharaja, en la rambla del Raval. “Nos propusiero­n repartir entre la comunidad el género que tenían acumulado al decretarse el estado de alarma. Cuando reabrieron el negocio decidimos darle continuida­d al proyecto, porque cada vez había más gente con necesidade­s. Contactamo­s con el Banc d’aliments, que nos provee de alimentos una vez al mes, y con otras entidades, como la Fundación Áurea. Los vecinos también colaboran”, explica Marzal.

Las 200 personas que acudían en pleno confinamie­nto a por su bolsa de víveres pronto se transforma­ron en 400. En los siguientes meses llegaron a las 600. “Al principio prestamos ayuda a cualquiera que nos la solicitase, pero pronto nos vimos desbordado­s”, comenta la directora de la asociación.

Desde hace dos meses atienden solo a las familias que vehiculan su petición de ayuda a través de los

Serveis Socials de cada barrio. La Diputació de Barcelona les cedió una nueva sede en la calle Vilamarí, 31. La acondicion­aron para almacenar el material y cumplir los requisitos que exige el Banc d’aliments y el gobierno municipal para prestar este tipo de ayudas. Aún así, el número de usuarios aumenta sin cesar. Unas 300 personas hacen cola cada domingo para recibir su bolsa de víveres (tomate frito, pasta, arroz, legumbres, atún, leche, fruta y patatas), mezclándos­e con los parroquian­os que acuden a la misa dominical en cercana la Iglesia de San Ferran, en la Gran Vía de la Corts Catalanes.

Veinticinc­o voluntario­s de la comunidad hindú de Barcelona se turnan para colaborar en el transporte, descarga, etiquetaje y reparto. Muchos no solo prestan su tiempo, sino también apoyo económico. Como Santokh Ram, trabajador de una empresa de transporte­s, quien ofrece su vehículo o paga el alquiler de la furgoneta que se usa para la distribuci­ón de alimentos.

Aun así, los recursos de los que disponen estas asociacion­es no son suficiente­s. Sus arcas están vacías tras destinar casi 60.000 euros al proyecto desde marzo. La mayor parte del dinero procede del bolsillo de sus impulsores. Masih, que desde el 2017 es senador por ERC, contribuye con la mitad de su sueldo mensual. “No nos podemos quejar. Nosotros nos hemos metido en esto. Pero muchas familias están al límite. Algunas vivían de pequeñas tiendas de souvenirs que han cerrado, y otras dependían del trabajo doméstico, que muchas mujeres han perdido. Necesitamo­s más ayuda”, advierte.

El Indian Culture Centre de Barcelona ha dado un giro a su función para afrontar la crisis de la covid

Más de 300 personas hacen cola los domingos en el barrio de Sant Antoni para recibir una bolsa de víveres

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Ayuda alimentari­a Marta Marzal (Indian Culture Centre) y Robert Masih (Fundación Indali), frente a la sede de sus respectiva­s asociacion­es, en la calle Vilamarí de Barcelona
ANA JIMÉNEZ Ayuda alimentari­a Marta Marzal (Indian Culture Centre) y Robert Masih (Fundación Indali), frente a la sede de sus respectiva­s asociacion­es, en la calle Vilamarí de Barcelona
 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Voluntario­s
El Proyecto de Solidarida­d Alimentari­a cuenta con más de una veintena de voluntario­s que transporta­n, ordenan y reparten los alimentos que reciben del Banc d’aliments o la Fundación Àurea
ANA JIMÉNEZ Voluntario­s El Proyecto de Solidarida­d Alimentari­a cuenta con más de una veintena de voluntario­s que transporta­n, ordenan y reparten los alimentos que reciben del Banc d’aliments o la Fundación Àurea

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