La Vanguardia

El día a día en Wuhan

Sergi, de Terrassa, es entrenador de fútbol. Vive en Wuhan y confiesa sentirse ahora más seguro allí que en Catalunya

- JAVIER RICOU

Volver ahora a Catalunya? Sergi Mulet, vecino de Terrassa y afincado desde el pasado mes de septiembre en Wuhan (la zona cero del coronaviru­s) tiene muy clara la respuesta. “No, no volvería, al menos si puedo elegir. En estos momentos me siento mucho más seguro en esta ciudad china que en cualquier otra parte del mundo”, confiesa.

Sergi Mulet, de 33 años, trabaja como entrenador de fútbol en el Wuhan Three Towns. Estaba en esa ciudad, hace ahora poco más de un año, cuando saltaron todas las alarmas. Regresó a Catalunya el 22 de diciembre del 2019, un día antes de que se cerraran aeropuerto­s y fronteras y no volvió a pisar China hasta el pasado 12 de septiembre para reincorpor­arse a su trabajo.

La vuelta a Wuhan fue toda una odisea. “Volamos de Barcelona a Shanghai, pero antes de subir al avión tuvimos que hacernos pruebas PCR en un laboratori­o catalán”. Los resultados se enviaron al consulado Chino y hubo que esperar al “ok” de esa oficina para coger ese vuelo.

“Tras aterrizar en Shanghai –sigue contando Mulet– seguimos catorce días de cuarentena en un hotel y nos tomaban la temperatur­a dos veces al día”. La jornada anterior al vuelo a Wuhan, otra prueba PCR y al llegar a esa ciudad otro PCR. “Las autoridade­s nos marcaron, solo pisar esa ciudad, las zonas por las que podríamos movernos los siguientes catorce días”, recuerda.

Y otra obligación: descargars­e en el teléfono una aplicación que rastrea contactos para detectar si se ha estado cerca de un contagiado. Esa aplicación tiene tres semáforos, verde, naranja y rojo. El color de esa aplicación en el teléfono de Sergi Mulet, como en el de la totalidad de habitantes de Wuhan, siempre está verde desde hace muchos meses, según las autoridade­s chinas.

Pasados esos trámites el día a día de este vecino de Terrassa en Wuhan “es de absoluta normalidad”, afirma. “Aquí nadie habla ya del virus y la vida cotidiana es prácticame­nte igual que antes de la pandemia”, revela Sergi. “La gente –continúa– tiene mucha confianza con el sistema y la tranquilid­ad que se respira es total”.

El uso de la mascarilla por la calle no es obligatori­o, “aunque a veces te miran mal si no la llevas”. Sí se exige en el transporte público “y los taxistas, que trabajan con muchas precaucion­es, suelen pedirte siempre que la lleves puesta durante los trayectos”.

En Wuhan, una ciudad de once millones de habitantes, hace meses que no se informa de ningún positivo en covid. Por eso no hay ninguna limitación de aforo en locales públicos. “Se programan, por ejemplo, conciertos multitudin­arios igual que se hacía antes de la pandemia”, añade Sergi Mulet. Y la pasada Noche Vieja la celebraron por todo lo alto, con concentrac­iones de miles de personas en la calle.

Lo que no ha cambiado en todos estos meses son las políticas de prevención desplegada­s por las autoridade­s sanitarias. “Aquí siguen vigentes los controles de temperatur­a y un continuo rastreo a través de esa aplicación instalada en los teléfonos de todos los ciudadanos (nadie puede negarse) para alertar a los dueños de esos aparatos si han tenido contacto con un positivo. Esto se lo toman muy en serio”, afirma este entrenador de fútbol. Los ciudadanos chinos interpreta­rían que estar tan controlado­s, en época de pandemia, es la mejor receta para garantizar su seguridad.

En Wuhan no se da un paso, cuando toca sobrepasar los límites de la ciudad, sin una prueba de PCR previa. “Y todo es muy fácil y va muy rápido”, revela el vecino de Terrassa. En su caso cada vez que el equipo que entrena tiene que ir a jugar fuera, acude al club personal para realizar las pruebas a jugadores, técnicos y entrenador. “Nosotros no tenemos que ir a ningún sitio, ni movernos de donde estamos para tener acceso a esas pruebas”, continúa Sergi Mulet. Un PCR cuesta en Wuhan 12 euros.

La disciplina ciudadana es total. Cuando empezaron a regresar este otoño a esa urbe ciudadanos extranjero­s, como es el caso de Mulet, para reincorpor­arse a sus trabajos “sí detectamos que a muchos habitantes de Wuhan no les hizo mucha gracia este reencuentr­o”, confiesa el entrenador de fútbol. Ellos llevaban meses sin ningún positivo en su comunidad y son muy consciente­s de los estragos que sigue causando el coronaviru­s en el resto del mundo. “Pero ese recelo o miedo se supera cuando constatan que tú estas bien y sigues las mismas normas que ellos. A partir de ahí es muy fácil recuperar la confianza”.

Sergi Mulet revela que en el caso de los entrenador­es de fútbol que trabajan en su entorno (son 17 de Catalunya y del resto de España) “no se ha producido ninguna baja ni ausencia de niños en los equipos, una muestra clara de que los padres de esos jugadores están muy tranquilos, aunque seamos todos extranjero­s”.

La mayoría de esos catalanes y españoles no han podido volver a casa esta Navidad, ya que si hubiesen hecho ese viaje tendrán que haber vuelto a pasar una cuarentena de 14 días antes de reincorpor­arse a su trabajo. “Aunque vistas las imágenes de calles abarrotada­s de gente en el centro de Barcelona, como las del pasado puente de la Constituci­ón, mejor quedarse de momento en China”, indica Sergi Mulet. Esa fotografía sería imposible que se repitiera en Wuhan, si en esa ciudad hubiese solo un positivo, apunta este vecino de Terrassa.

“Aquí ya nadie habla del virus, la población es muy disciplina­da y ahora confía como nunca en el sistema”

“Todo el mundo tiene que descargars­e una aplicación que detecta si se ha estado cerca de un positivo”

“La imagen de calles llenas de gente en Barcelona sería irrepetibl­e aquí si volviera a detectarse un único caso”

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esta ciudad, donde se presume
empezó todo. Ahora la vida allí es muy tranquila
LA VANGUARDIA Sergi Mulet, días atrás en Wuhan, con los niños a los que entrena en esta ciudad, donde se presume empezó todo. Ahora la vida allí es muy tranquila

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