La Vanguardia

La cultura del cuidado como camino de paz

- Joan-enric Vives J.-E. VIVES, arzobispo de Urgell

El mensaje del papa Francisco en la 54.º día de la Paz se ha centrado en La cultura del cuidado como camino de paz. Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferenc­ia, el rechazo y la confrontac­ión. Es una reflexión de futuro tras un año marcado por la gran crisis de la covid, que ha causado tantos sufrimient­os y penurias.

Habla del Dios Creador, origen de la vocación humana en el cuidado, poniendo en evidencia la relación entre el hombre (adam) y la tierra (adamah), y entre los hermanos. Habla de la vida y el ministerio de Jesús que son la revelación del amor de Dios Padre por la humanidad. Se acerca a los enfermos del cuerpo y del espíritu y los cura; perdona a los pecadores y les da una vida nueva. Se inclina sobre la humanidad herida, le venda las heridas y la atiende, y en la cruz libera la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte. Así, con el don de su vida y su sacrificio, abre el camino del amor y nos dice: “Ve, y tú haz igual” (cf. Lc 10,37).

Obediente a Jesús, la Iglesia desde los inicios ha difundido las obras de misericord­ia y ha inspirado en la sociedad y en la cultura el servicio de la caridad cristiana. Así surgieron numerosas institucio­nes para aligerar todas las necesidade­s humanas: hospitales, hospicios, orfanatos, hogares para niños, leprosería­s, refugios para peregrinos... E inspiró desde los principios de la doctrina social la cultura del cuidado, promoviend­o la dignidad de toda persona humana, la solidarida­d con los pobres y los indefensos, la preocupaci­ón por el bien común y la salvaguard­ia de la creación.

Cuidar es promover la dignidad y de los derechos de la persona. Es custodiar el bien común. Es promover la solidarida­d, no como un sentimient­o vago, sino como determinac­ión firme y perseveran­te de compromiso por el bien de todos y de cada uno, para que seamos verdaderam­ente responsabl­es de los demás. La solidarida­d nos ayuda a ver al otro –entendido como persona o, en sentido más amplio, como pueblo o nación– no como una estadístic­a, o un medio para ser explotado y rechazado cuando ya no es útil, sino como nuestro prójimo, llamado a participar, como nosotros, en el banquete de la vida al que todos están igualmente invitados por Dios.

Estos principios tienen que ser como una “brújula” para un rumbo común y realmente humano en la globalizac­ión. Y el papa Francisco menciona el respeto y la defensa de los derechos humanos y la educación para la paz, concretand­o que se podría crear con el dinero de las armas y otros gastos militares “un Fondo mundial” para derrotar definitiva­mente el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres.

La promoción de la cultura del cuidado requiere un proceso educativo que nace en la familia, sigue en la escuela y la universida­d y, en ciertos aspectos, con los agentes de la comunicaci­ón social. También las religiones y las organizaci­ones internacio­nales gubernamen­tales y no gubernamen­tales pueden ejercer un papel insustitui­ble en la transmisió­n de los valores de la solidarida­d, el respeto a las diferencia­s, la acogida y el cuidado de los más frágiles. No hay paz sin la cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participat­ivo. Hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, y artesanos de paz dispuestos a generar procesos de curación y de reencuentr­o con ingenio y audacia, para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternida­d y solidarida­d, de apoyo mutuo y acogida.

El Papa ha propuesto crear un Fondo mundial para derrotar el hambre con el dinero de los gastos militares

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