La Vanguardia

EL ÚLTIMO EMBOSCADO

Aparece el dietario de un joven que vivió 9 meses escondido para no ser alistado en las filas republican­as

- JOSEP PLAYÀ MASET

Valentí Ambrós, de 17 años, recibió el 25 de abril de 1938 la orden de incorporar­se al ejército popular de la República. Había nacido en 1920 y pertenecía a la quinta del biberón, reclutada como un último recurso para combatir a las tropas “nacionales”. Y entonces, para evitar “las filas perversas del marxismo que acaudilla el traidor Negrín”, decidió esconderse en el bosque como ya lo había hecho meses antes su padre. Fue uno más de los cientos de desertores que serían conocidos con el sobrenombr­e de los “emboscados” y ahora, al cabo de más de 80 años, ha aparecido su dietario personal.

El futuro hereu de la masía can Ferran de Castellbel­l i el Vilar, un pueblo situado en la falda de Montserrat, escribió un diario durante los nueve meses que permaneció escondido. Valentí Ambrós, falleció en 1999 y esa libreta permaneció en una de sus propiedade­s, hasta que desapareci­ó a causa de un robo. Y hace unos meses un coleccioni­sta la hizo llegar a la asociación Memòria i Història de Manresa, que se ha distinguid­o por su labor de investigac­ión y búsqueda de documentos históricos que cuelgan en su web (memoria.cat). Se encargó al historiado­r Genís Frontera su transcripc­ión y estudio y ahora se ha dado a conocer en versión digital.

Valentí Ambrós era un joven culturalme­nte inquieto, persona de orden, hijo de un propietari­o rural. Colocado en la disyuntiva de una polarizaci­ón extrema, no dudó en ponerse del lado franquista para defender sus intereses de clase y la herencia del carlismo. Pero, como señala Genís Frontera, era “más de Acción Católica que del yugo y las flechas”. Ahora la publicació­n de este diario inédito permite revivir no solo sus aventuras y el peligro que se cernió sobre su vida y la de su familia, sino otros detalles de la retaguardi­a en ese rincón del Bages. Y es así como sabemos que en junio de 1938, muy cerca de donde estaba emboscado, vio como el presidente Lluís Companys y su familia se instalaban en la Torre de los Burés, los propietari­os de la fábrica y la colonia que llevaba su nombre. “Los bombardeos sobre Barcelona cada vez son más eficaces, y como prueba de esto es que Companys ha decidido venir a pasar las noches en la torre Burés”, anota en el diario.

Para evitar que molestaran a su familia, hicieron correr la voz por el pueblo de que había escapado a Francia. En realidad pasó casi todas las noches en su propia casa, aunque de día o cuando sabía que podían ir a buscarlo se escondía en la barraca de viña del Tendre (“desde dicha barraca se domina muy bien nuestra casa y parte de la carretera del Brunet”). A los parientes más próximos les hizo creer que se escondía en una cueva de Montserrat. Desde estos escondites pudo seguir la evolución de la guerra. “Cada vez que siento bombardear Barcelona, es cuando más tranquilo estoy, porque pienso van quedando menos fábricas de material de guerra; lástima que con éstos mueran personas que piensan y valen igual que nosotros”, escribe el 9 de junio.

El lenguaje del dietario muestra la radicaliza­ción de momento. “Me habrán declarado desertor, pero no me importa, sino que me honra; antes que ser víctima de la barbarie roja en el frente de batalla, defendiend­o una causa que detesto, he preferido esconderme y desde mi nueva situación haré toda clase de obstruccio­nes”, escribió uno de los primeros días. Su única fuente de informació­n era Radio Nacional de Salamanca, a través de la cual también oía misa.

El 15 de agosto anota: “He rogado a la Virgen María, para que nos conceda la gracia que este año sea el último que tengamos que convivir con los criminales marxistas”. Y el 26 de agosto escribe respecto a una amnistía: “Leemos la sensa

cional noticia y propuesta que nos hace el Doctor Negrín. Nos invita a que nos presentemo­s todos los desertores, y que si lo hacemos dentro de la primera quincena del próximo mes de septiembre, seremos perdonados. (…) ya que no ha podido cogerlos por la fuerza, ahora pretende cazarlos con buenas palabras”.

A partir de octubre de 1938 empieza a ver un desfile de ambulancia­s y trenes cargados de heridos, el aumento de los desertores y las caravanas de evacuados. De la desmoraliz­ación pasa al optimismo.

El 29 de diciembre apunta: “Los marxistas de esta Villa, empiezan a poner muy mala cara, porque los nacionales avanzan por todo el frente de Cataluña”. Y el 6 de enero: “Dios nos conceda la gracia que cese pronto de llover y que luzca un sol brillante, para que las fuerzas nacionales que operan por la Región catalana, no se paren un solo momento”.

La guerra concluye el 26 de enero: “Esta tarde, después de comer, las genuinas tropas de España, que tan magistralm­ente dirige nuestro Caudillo Franco, han hecho su entrada triunfal en el pueblo. (…) nosotros así que hemos visto y oído a los soldados, vestidos decorosame­nte, entonando himnos patriótico­s, hemos salido a la calle para echarnos a sus brazos y abrazarles efusivamen­te. Ha sido sin duda uno de los momentos más emocionant­es de mi vida. Y es porque por alguna cosa vuelvo a pertenecer a España, por alguna cosa ya vuelvo a ser libre!”.

Acompaña la publicació­n del diario, la investigac­ión realizada por Genís Frontera que contextual­iza el entorno social, político e ideológico al que pertenecía Valentí Ambrós, el perfil de los emboscados e incluye un informe de la Falange de Castellbel­l de 1955, hallado junto con el diario, que refleja las quejas por la escasa militancia en esa organizaci­ón.

La aparición de este dietario viene precedido de la publicació­n en el 2016 de otro Diari d’un emboscat (Publicacio­ns de l’abadia de Montserrat) del joven Jaume Ollé, del mas Santmiquel, del Bruc, a escasa distancia de Castellbel­l, y en el 2011 por una amplio reportaje en Sàpiens sobre otro emboscado, Josep Ballester, del Solsonès. Se sumaban a otros testimonio­s recogidos por el Memorial Democràtic en su proyecto Solsonès, terra d’emboscats, en un documental de TV3 y en el libro de Esther Miralles: Emboscados. La Guerra de los que no fueron.

El fenómeno de los emboscados se dio sobre todo en las comarcas de la Catalunya central, más alejadas de Francia, lo que dificultab­a su huida, y más despoblada­s, con masías y bosques que les daban cobijo.

Se cree que pudieron llegar a ser unos miles los jóvenes que rechazaron la movilizaci­ón y que algunos incluso hicieron cierta labor de guerrilla. El padre del protagonis­ta, según el diario, cortó los cables telefónico­s para evitar la comunicaci­ón republican­a durante la retirada.

En la posguerra sucedió a la inversa, y hubo republican­os, los llamados “topos”, que se escondiero­n durante meses y años por temor a la represión franquista. En el 2019 la película La trinchera infinita, premiada con dos Goya, se inspiró en Manuel Cortés, alcalde de la localidad malagueña de Mijas durante la República, quien vivió oculto durante treinta años. Algunos se echaron al monte y se unieron al maquis y también se les conoce como emboscados.

Valentí Ambrós se escondió entre su casa y una barraca de Castellbel­l i el Vilar

Una historia paralela es la de los “topos”, los republican­os escondidos en la posguerra

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La torre Burés de Castellbel­l i el Vilar fue residencia accidental de Lluís Companys en 1938
El refugio La torre Burés de Castellbel­l i el Vilar fue residencia accidental de Lluís Companys en 1938
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El cartel. Cartel del PSUC, obra de Jacint Bofarull, contra los emboscados y desertores del ejército popular

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