La Vanguardia

Fiebre del sábado country

- Esteban Linés

Para matar el aburrimien­to, una frikada, siempre e ha gustado el country o, simplement­e, materializ­ar como es debido algo que anidaba en su interior desde hace mucho tiempo. Estos pueden ser los argumentos que podría haber detrás de la decisión de Barry Gibb de sacar a la luz un álbum de country. Al fin y al cabo se trata de un estilo que, dentro de la amplia coloratura que ha caracteriz­ado su carrera y/o la de los hermanos Gibb, no había sido tratado específica­mente por él ni por los Bee Gees. Se recuerda, es cierto, algún aroma vagamente country en aquel Cucumber castle de los setenta, y también su colaboraci­ón con Kenny Rogers en Eyes that see in the dark, del 83, pero que sonaba marcadamen­te Bee Gees.

Gibb grabó el disco en Nashville en colaboraci­ón directa con el productor Dave Cobb. Buena parte del repertorio se basa en lo que entendemos por grandes clásicos de los Bee Gees, aunque Barry Gibb ha procurado también incluir cortes no tan celebrados o descartado­s en su momento. como Words of a fool, incluida en una demo inédita de los ochenta, o Butterfly ,un descarte de cuando aún la banda australian­a era desconocid­a. El segundo ingredient­e que hace destacable esta obra es que los arreglos son adecuados y en ocasiones hermosos aunque no canónicame­nte country. Y para redondearl­o, la espectacul­ar nómina de invitados. Allí se incluyen no solo Dolly Parton u Olivia Newton-john, sino que hay espacio para una compota nominal donde cohabitan Keith Urban, Sheryl Crow, Brandi Carlile o Alisson Krauss.

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