La Vanguardia

Egipto lo apuesta todo a los museos para resucitar el turismo

El Cairo deja atrás una década maldita con un año de sonadas inauguraci­ones, entre las que destaca el Gran Museo Egipcio

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Hubo un tiempo en que cinco mil años de civilizaci­ón se apretujaba­n entre los muros del Museo Egipcio por antonomasi­a. Al recinto rojizo de la plaza Tahrir, hace tiempo que le saltaron las costuras. No en vano fue levantado en 1900 para una colección mucho más reducida, anterior a excavacion­es trascenden­tales y al turismo de masas.

En cualquier caso, a partir de este año, al hablar de “museo egipcio”, habrá que especifica­r cual, porque El Cairo lo ha apostado todo a los grandes proyectos museístico­s para reflotar el turismo, la otra columna del país, junto al Nilo. El más esperado es el Gran Museo Egipcio, que heredará la mayor parte de la colección del primero, a menos de dos kilómetros de las pirámides de Guiza. Pero hay muchos más.

El último día de octubre, tres museos fueron inaugurado­s de una tacada. En el Sinaí, en el norte y en la misma capital egipcia.

Mientras Barcelona deshoja la margarita de una sucursal del Hermitage frente al Mediterrán­eo, Sharm el Sheij enriquecía su oferta playera en el Mar Rojo con un museo arqueológi­co de primera fila. Una capital provincial, Kafr el Sheij, estrenaba también un museo especializ­ado en el Bajo Egipto, mientras que en El Cairo se inauguraba con pompa el Museo de las Carrozas Reales, con la asistencia de medio centenar de embajadore­s.

Hablando de carrozas, uno de los acontecimi­entos que levantan más expectació­n, en este principio de año, es el traslado de las momias de cuatro reinas y dieciocho reyes desde el Museo Egipcio a su nueva morada: el Museo Nacional de Civilizaci­ón Egipcia (NMEC), en Fustat. Entre ellas, Hatshepsut y entre ellos, Ramsés II.

Dicha procesión, aplazada por la epidemia, pero que fue ensayada el mes pasado, se hará con guardia de honor y mucha fanfarria y será televisada. Estas momias reales serán el principal anzuelo de un museo que, sin embargo, irá mucho más allá del remoto legado faraónico. Su intención es contribuir a la interpreta­ción de un país que se revela indescifra­ble sin tener en cuenta su herencia grecorroma­na, copta y musulmana, tanto árabe como otomana.

Aunque la construcci­ón del NMEC terminó en el 2009, con el apoyo de la Unesco, hasta ahora solo ha sido abierto de forma parcial y temporal. A su alrededor, en los últimos meses, se han derribado más de 250 construcci­ones para convertir la zona –donde también se hallan algunas de las mezquitas más antiguas de Egipto– en un nuevo foco turístico.

Más tinta ha hecho correr ya la reapertura, el fin de semana pasado y tras doce años de restauraci­ón, la tumba de Ramsés I, en el Valle de los Reyes. Sus murales han sido limpiados a fondo de hollín y excremento­s de murciélago­s y pájaros. Aunque este faraón reinó apenas dos años –su cámara mortuoria parece que era la antecámara y no hubo tiempo para más– es también el fundador de la brillante XIX dinastía, de hace tres mil tresciento­s años.

Sin embargo, el plato fuerte del año será la inauguraci­ón, para la que todavía no hay fecha, del

Hace una semana se reabrió la tumba de Ramsés I en Luxor, tras una docena de años en restauraci­ón

Gran Museo Egipcio, de nueva planta. Lo anuncian como el mayor museo arqueológi­co del mundo, con varias hectáreas de terreno y decenas de miles de piezas. Tendrá además vistas a las famosas pirámides, a las que podría estar unido con un funicular.

En Egipto, tantos empleos dependen del turismo que se sigue con atención puntillosa el progreso de sus obras. En el caso del Gran Museo Egipcio, se han completado “en un 96,5%”, según el supervisor. En el vestíbulo monumental, hace dos años que espera, mientras se construye a su alrededor, una estatua colosal de once metros de granito rojo de Ramsés II.

Aunque unos meses más no son nada, para un sueño de treinta siglos. La nueva meca de la egiptologí­a contendrá, junto a cincuenta mil piezas escogidas, todas las vinculadas a la tumba de Tutankamón, hallada intacta pronto hará un siglo. También –según ha prometido el ministro de Turismo y Antigüedad­es, Jaled al Anani– muchos sarcófagos recienteme­nte obtenidos en Saqqara, en el hallazgo más importante de los últimos años.

Por otra parte, el futuro uso del viejo Museo Egipcio aún no está decidido y no es seguro que siga vinculado a la egiptologí­a. La tumultuosa plaza Tahrir, que fue el plató privilegia­do de la Primavera Egipcia, podría ser desactivad­a y comerciali­zada.

También este año deberá desprecint­arse, no solo una despampana­nte Nueva Capital Administra­tiva –a 50 kilómetros del Cairo– sino, con ella, un nuevo Museo de las Capitales. Lógicament­e, en el distrito específica­mente dedicado a la cultura y los espectácul­os.

Su función será ilustrar “las nueve capitales históricas de Egipto”. A saber, Menfis, Tebas, Amarna, Alejandría, Fustat, las tres vidas del Cairo y, finalmente, su último avatar confiado por el mariscal Al Sisi a constructo­ras chinas y del ejército.

Pero a la legión de aficionado­s a la egiptologí­a se les hace la boca agua con todavía más novedades para este 2021. Hasta el aeropuerto del Cairo, en su Terminal 3, ultima su museo de antigüedad­es para pasajeros en tránsito, con 70 piezas –el doble que antes– entre ellas dos momias.

Volviendo a Sharm el Sheij, que esté en el Sinaí no implica que deba ser un desierto cultural. Ya no lo es. Junto a muestras de estatuaria habitual, su exposición permanente incluye un apartado dedicado a las estatuas y momias de animales. Estos últimos –singularme­nte gatos– ocupan el gran vestíbulo. Hay también un apartado dedicado a los baños griegos, exaltando la cultura helenístic­a de Egipto, que ha quedado sepultada –paradójica­mente– por el período que le precedió.

El reabierto mausoleo de Ramsés I no es, en cualquier caso, el más espectacul­ar del Valle de los Reyes, Nilo arriba, en Luxor. Este militar, que no pertenecía a la realeza, se convirtió en faraón tras el fallecimie­nto, sin descendien­tes, de su predecesor. Su hijo, Seti I, perpetuó su memoria, del mismo modo que el hijo de este, Ramsés II, concluiría el fabuloso templo de Abidos.

Las tumbas de los dos primeros fueron localizada­s y pilladas por el mismo aventurero, Giovanni Battista Belzoni, conocido en los circos de Inglaterra como el Sansón Patagónico. Le echó un pulso al Museo Británico y lo perdió –les pareció caro lo que pedía por el sarcófago de alabastro de Seti I– por lo que terminó vendiéndos­elo al Museo Soane, también de Londres, donde sigue.

Aún más rocamboles­ca es la historia de la mismísima momia de Ramsés I, que antes de ser repatriada pasó un siglo y medio en Norteaméri­ca, entre las cataratas del Niágara y Atlanta, cuartel general de “la chispa de la vida”.

Por último, hasta el Museo Egipcio de Arte Moderno, en la capital egipcia, reabrió sus puertas hace un mes escaso, tras seis años de reformas. El papel especial de las minorías –incluidos armenios y griegos– en el arte autóctono de los albores del siglo XX, queda atestiguad­o. Aunque está claro que, para el turista en Egipto, lo único que no necesita traducción son los jeroglífic­os.

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DEA / S. VANNINI / GETTY
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KHALED DESOUKI / AFP Gran Museo Egipcio. La espera de los colosos llega a su fin, ya que las obras del mayor museo arqueológi­co del mundo están completas en un 97% (arriba)
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PATRICK LANDMANN / GETTY Momias. A diferencia de Ramsés I (abajo), 22 momias de reinas y reyes de Egipto serán trasladada­s en procesión al nuevo Museo Nacional de Civilizaci­ón Egipcia

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