Trump prepara una traca final antes de dejar la presidencia
Ashli Babbitt, muerta de un disparo en el asalto al Capitolio, dejó el ejército y abrazó a Trump como el salvador del EE.UU.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha preparado una agenda trepidante para los próximos nueve días que faltan para acabar su mandato, que podría incluir medidas controvertidas.
La insurgencia trumpista tiene una mártir: Ahsli Babbitt. Hay una foto tomada en Louisville este pasado sábado en la que se ve a dos paramilitares, pertrechados con rifles, ante la fachada del Capitolio de Kentucky, mientras los senadores estatales se hallaban reunidos.
Los dos formaban parte de la marcha Patriotas por la libertad, para rendir tributo a Babbit, de 35 años. Esta veterana del ejército del Aire falleció de un disparo durante el asalto a la ciudadela legislativa de Washington, incitada por el mismo presidente Donald Trump.
“Fue increíble poder ver al presidente hablar”, comentó radiante en un vídeo difundido en su Facebook a primera hora de la tarde del miércoles 6 de enero. “Ahora estamos avanzando por el camino inaugural hacia el Capitolio. Más de tres millones de personas”, añadió.
Ni había tres millones –datos oficiales dejan la cifra en 8.000 manifestantes–, ni la misión que ella se atribuía, “la tormenta” o asalto al santuario de la democracia estadounidense, logró su objetivo de cambiar la voluntad de las urnas. A las horas de producirse su muerte, el Congreso ratificó la victoria de Joe Biden el 3 de noviembre.
Su muerte fue la primera que se conoció en el intento de toma del Capitolio para evitar que se oficializara la derrota de Trump. Luego hubo otras cuatro. La última correspondió a Brian Sicknick, miembro de la policía del edificio.
Si a Babbitt ya le rinden tributo los trumpistas, Trump, el supuesto presidente de la ley y el orden, todavía no había llamado este domingo a la familia del policía que murió en primera línea de servicio.
El vicepresidente Mike Pence sí que comunicó con los Sicknick para darles el pésame. Se asegura que Pence, caído en desgracia por su negativa a colaborar en el golpe, no ha conversado con Trump desde ese trágico miércoles.
La muerte de Ahsli Babbitt describe y da las claves de la tercera América. Este el país azul (demócrata), el rojo (republicano) y el trumpista, en cuya base no solo se cuentan los blancos poco ilustrados y desencantados. Como se ha visto, incluye militares, policías, bomberos, funcionarios, hijos de jueces relevantes o incluso Derrick Evans, legislador en el estado de Virginia Occidental, que se hizo un vídeo alardeando de que habían conseguido allanar el Capitolio. Evans, que ya dimitió, es uno de los al menos 17 detenidos por el asalto.
“Ya sea motivados por un sentimiento de privación de los derechos económicos o desconfianza en el Gobierno, por intolerancia o por conspiraciones o por creer que Trump es el camino de Dios hacia el juicio final, comparten la lealtad al presidente”, según la descripción del The New York Times sobre el trumpismo. En cuanto se difundió que Babbitt había fallecido tratando de entrar al Capitolio por una ventana, su nombre se convirtió en sinónimo de este movimiento –o de la deriva psicológica del país– que en las redes anuncia nuevas movilizaciones violenta de cara al 20 de enero, cuando Biden tome posesión.
La vida de esta mujer ha quedado plasmada en las redes, desde ser una votante de Barack Obama, según sus testimonios, a transformarse en una devota paranoica de Trump. En esas plataformas dejó claro que el 6 de enero no era para ella un día para el oprobio, sino el final de sus tribulaciones.
“Nada nos parará”, tuiteó la víspera del asedio. “Lo podrán intentar e intentar, pero la tormenta esta aquí y descenderá sobre Washington en menos de 24 horas, de la oscuridad a la luz”, insistió esta californiana.
Sirvió más de una década en el ejército del Aire. Tuvo varios destinos. Asuntos de indisciplina e insubordinación lastraron su carrera. En alguna ocasión la degradaron. Colgó el uniforme en el 2016 con baja graduación para alguien que había pasado tanto tiempo en el cuerpo.
Abrió negocios pero no le funcionaron. Las deudas se la comían. Afrontó problemas judiciales por acosar a la exesposa de su marido.
Y encontró su fe. Babbitt se convirtió en una fanática seguidora de Qanon, la teoría conspirativa por la que Trump está destinado a desmantelar una cábala de abusadores de niños y adoradores de satanás.
Ella, que despreciaba a los demócratas, con especial tirria hacia la próxima vicepresidente Kamala Harris, se convenció de que Trump estaba destinado a salvar el país. Encontró una causa y murió por ella.
UNA PIEZA MÁS DEL PUZZLE
Entre los asaltantes había militares, policías, bomberos e incluso un legislador
EL PÉSAME
Trump no ha llamado a la familia del uniformado caído en el asedio que él incitó