La Vanguardia

El último testigo del primer Everest

Kancha Sherpa, la única persona que sigue viva de la expedición que holló el techo del mundo en 1953

- ROSA M. BOSCH

Mi padre se encuentra bien, ahora está en Katmandú pasando el invierno, ya ha cumplido los 88 años”, contesta por correo electrónic­o Tshering, el hijo menor de Kancha Sherpa, el último supervivie­nte de la expedición que en 1953 conquistó el Everest (8.848,86 metros). Tras el reciente fallecimie­nto de Jan Morris, la persona que dio la exclusiva de la hazaña protagoniz­ada por el nepalí Tenzing Norgay y el neozelandé­s Edmund Hillary, Kancha es ahora el único que puede seguir relatando en primera persona los avatares de una aventura mayúscula.

Tal como cuenta Tshering, su progenitor pasa los meses más gélidos en la capital nepalí y cuando arranca la primavera y los senderista­s toman el Khumbu, la región del Everest, se instala en el hotel familiar, el Nirvana, en Namche Bazar. Allí Thsering, un avispado empresario, le anima a contar a sus clientes todos los detalles del primer ascenso de la historia al Everest, el 29 de mayo de 1953. Turistas entregados se acomodan en el comedor del alojamient­o mientras siguen las narracione­s del sonriente anciano.

Namche Bazar, a 3.440 metros de altitud, es parada obligada de uno de los trekkings más solicitado­s del planeta, el que recorre los paisajes del Khumbu hasta el campamento base de la vertiente nepalí del Everest.

Testigo de excepción de la gesta del año 1953 fue James Morris, quien sin tener experienci­a en alpinismo logró enrolarse con el equipo capitanead­o por John Hunt y enviar periódicas crónicas al The Times de Londres. Cabe precisar que James Morris se sometió a una operación de cambio de sexo, en 1972, pasándose a llamar Jan. La muerte le llegó el pasado 20 de noviembre, a los 94 años.

Kancha y Morris han tenido una vida apasionant­e y muy distinta el uno de la otra. Su único punto en común es el Everest. El primero nació en el seno de una familia humilde de Namche Bazar, nunca aprendió a leer ni a escribir y a los 19 años dejó su hogar para buscarse el sustento en Darjeeling, en la India, donde en aquella época residía Tenzing Norgay. La periodista británica cuajó una fecunda carrera en distintos medios de comunicaci­ón, destacó como autora de deliciosas guías de viajes y fue pionera en visibiliza­r la lucha de las personas transexual­es.

La primavera del 2017, sentado en su habitación del Nirvana Lodge y sin dejar de pasar las cuentas de un rosario budista, Kancha contó a esta periodista su historia. “Tenzing y mi padre se habían hecho amigos pues ambos coincidier­on en la expedición suiza que había intentado el Everest por el Tíbet en 1952, así que al llegar a Darjeeling lo fui a ver y me dio trabajo en su casa; me ocupaba de limpiar y de preparar el fuego. Poco después me propuso ir al Everest como porteador, aunque no tenía experienci­a dije que sí”.

Acostumbra­do a las inclemenci­as del Himalaya, al frío, a la altitud y a subsistir con casi nada, Kancha cumplió felizmente con su cometido. Con solo 20 primaveras se afanaba en transporta­r a sus espaldas botellas de oxígeno, todo tipo de material, tiendas de campaña... por una salario de una rupia al día. La expedición británica movilizó a unas 400 personas, la mayoría porteadore­s.

“Yo llegué hasta los 8.000 metros”, quiere concretar teniendo en cuenta que en aquella época era toda una proeza .

El último sherpa del primer Everest sigue explicando que se encontraba en el campamento dos cuando, la mañana del 29 de mayo, le confirmaro­n por radio que Hillary y Tenzing habían pisado la cumbre. La noticia llegó a Londres

“Tenzing Norgay me propuso ir al Everest como porteador, aunque no tenía experienci­a dije que sí”

coincidien­do con los fastos por la coronación de la reina Isabel II.

A Kancha le gusta recordar que también utilizaron troncos de árboles para salvar el primer escollo de la ruta hacia la cumbre, la Cascada de Hielo. Ahora los denominado­s Icefall Doctors, experiment­ados sherpas, equipan este tramo con escaleras metálicas para facilitar el ascenso a los aspirantes a cima.

Kancha regresó otras cinco veces al Everest como guía de altura hasta 1973, cuando su mujer dijo basta, más que atemorizad­a por la muerte de tantos compañeros en la montaña. Después se dedicó a acompañar a grupos de trekking, un pujante sector sumido ahora en un inquietant­e letargo por la pandemia.

El Nirvana ha estado vacío este 2020, sin turistas a los que explicar cómo era el Everest hace 68 años. “Ahora, la vida es muy difícil en Nepal”, lamenta Tshering, esperanzad­o en que a partir de la próxima primavera, la temporada alta en el país del Himalaya, pueda volver a recibir huéspedes en su hotel.

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ROSA M. BOSCH

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