La Vanguardia

Aceite, agua y jarabe

- Francesc-marc Álvaro

Imaginen que esto es un supermerca­do. La última encuesta publicada por este periódico nos dice que hay tres partidos que pueden llegar muy igualados a la meta el 14-F: ERC, Junts y el PSC. Estos partidos ponen a la venta tres productos. Los socialista­s ofrecen agua para enfriar las brasas del procés, los de Puigdemont distribuye­n aceite para engrasar la máquina atascada del procés, y los republican­os han lanzado una novedad que es mitad agua y mitad aceite: un combinado de estabiliza­ción institucio­nal y presión independen­tista que, de momento, es el preferido en los sondeos.

Fuera del súper, la cúpula judicial (y asociados) ha montado un tenderete donde solo encuentras jarabe. Concretame­nte, jarabe de palo, en la fórmula original que –dicho sea de paso– gusta a PP, Cs, Vox, sectores del PSOE y esos poderes fácticos que consideran el catalanism­o –no solo el independen­tismo– la anomalía que hay que extirpar por tierra, mar y aire. Los fiscales del juicio del procés ya han hecho saber –con gran riqueza literaria– que la botella de jarabe se debe beber entera, con un embudo si hace falta.

Agua, aceite o la mezcla de aceite y agua. Pasen y elijan lo que más les guste. Pero no se confíen, las cosas son complicada­s. El sondeo de esta casa también nos dice que la mayoría quiere un Govern en manos de un único partido, nada de coalicione­s; los gabinetes multicolor tienen mala prensa en Catalunya por razones obvias: las peleas entre Junts y ERC han sido constantes y agotadoras desde el primer día y, en la memoria colectiva, todavía pervive la resonancia estridente de las tensiones cotidianas en los tripartito­s. Hay nostalgia de un Govern que no sea una olla de grillos, que interprete una partitura clara. Pero un ejecutivo monocolor será difícil: tendremos un Parlament con muchos grupos, lo cual implica que, si no se quieren repetir elecciones, hará falta apretar los dientes, tener cintura, ceder, y firmar pactos para salir adelante. Seamos realistas: la proporción final de agua y aceite vendrá dada por la presencia de unos u otros en el Consell Executiu, y será una combinació­n que probableme­nte deje a todos insatisfec­hos: demasiado aguada para estos, demasiado aceitosa para aquellos. Mientras, mostrar el espantajo de un nuevo tripartito es un modo de tapar el debate de fondo: sobre las impotencia­s (y autoengaño­s) del independen­tismo y sobre el inmovilism­o estructura­l de los llamados constituci­onalistas. Recuerden: al día siguiente de tener nuevo president, Sánchez debería convocar la mesa de diálogo, si no quiere convertir el PSC en el trapo del polvo.

Aragonès, Borràs e Illa son los únicos que tienen posibilida­des de presidir el futuro Govern. Hemos tenido épocas de liderazgos más afortunado­s. Pero esto no va –me parece– de caras ni de proyectos: va de escoger una salida, la menos mala, si puede ser. En cualquier caso, lo haremos bajo la vigilancia de los que administra­n el jarabe de palo, los togados que acaban de recibir un buen revés de la justicia belga, que ha negado la extradició­n del exconselle­r Lluís Puig.

El 14-F no va de caras y de proyectos, sino de escoger una salida, la menos mala, si puede ser

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