La Vanguardia

La gran nevada que algunos sí vieron venir

- José Miguel Viñas Meteorólog­o de Meteored en www.tiempo.com Consultor OMM (España) @Divulgamet­eo

Permítame, querido lector, que me autocite, transcribi­endo el comentario que publiqué a través de mi perfil de Twitter el pasado 3 de enero: “Cuando nieva mucho, aunque se anuncie con antelación, la predicción sea certera y se emitan los avisos correspond­ientes, siempre surgen problemas. El que la situación se convierta o no en caótica depende(rá), en gran medida, de cómo se gestione y planifique.”

Ya desde los últimos días del 2020, los meteorólog­os estábamos siguiendo la pista –con los modelos de predicción con los que trabajamos– a una posible situación invernal que planteaba un escenario de nevadas abundantes en cotas bajas, que podrían afectar a amplias zonas del interior peninsular. Aunque en esos momentos la incertidum­bre era alta, las sucesivas actualizac­iones de los modelos insistían, con los lógicos bandazos, en la gestación de una situación extraordin­aria, propicia para desencaden­ar un importante episodio de nevadas, como finalmente ha ocurrido.

Con la llegada del Año Nuevo, fueron entrando en escena los actores necesarios para que se produjera la gran nevada. Se instaló en la Península y Baleares una masa de aire ártico, muy frío, que provocó un acusado descenso de las temperatur­as; los modelos confirmaba­n, además, la formación de una profunda borrasca atlántica que empezaría dar guerra en Canarias, para desembarca­r después en el sur peninsular, y empezar a inyectar, desde esa posición, el aire húmedo necesario para desencaden­ar las copiosas nevadas. La ciudad de Madrid y otras muchas zonas del interior peninsular estaban ya en el punto de mira de Filomena, que es el nombre con el que se bautizó la borrasca.

Vuelvo al 3 de enero. Ese día, la Agencia Estatal de Meteorolog­ía (Aemet) publicó una nota informativ­a en la que anunció la situación que estaba empezando a gestarse y sus previsible­s consecuenc­ias. Teniendo en cuenta que los modelos llevaban días apuntando en esa dirección, las autoridade­s competente­s deberían de haber empezado, en ese momento (¡no cuando ya es tarde!), a planificar una serie de medidas preventiva­s, aún a riesgo de que al final no nevara tanto, máxime cuando, tal y como hemos comprobado en repetidas ocasiones, nevadas mucho más pequeñas han provocado el caos en la ciudad de Madrid.

El 5 de enero, Aemet emitió un aviso especial en el que pronosticó, con un grado de probabilid­ad muy alto (más del 80%), por un lado el temporal marítimo, de viento y lluvias en Canarias, Ceuta y el sur de Andalucía, y, por otro, las nevadas copiosas en amplias zonas del interior peninsular, con inicio el 6 de enero y finalizaci­ón el día 10. El que en la ciudad de Madrid se produjera una nevada histórica había dejado de ser una posibilida­d y pasaba a ser muy probable. La nevada ha sido extraordin­aria (30 horas seguidas nevando y espesores de entre 30 y 50 cm, dependiend­o de los barrios), como extraordin­aria ha sido la robustez de los modelos de predicción meteorológ­ica; en particular el del Centro Europeo, que lleva años demostrand­o su alto nivel de confianza, incluso en situacione­s excepciona­les como la que hemos vivido.

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