La Vanguardia

El sinuoso trayecto entre los avales depositado­s y los votos en las urnas

- XAVIER G. LUQUE

El corte de las firmas empezará a perfilar quién puede ser el próximo presidente del FC Barcelona, aunque la historia reciente nos aclara que no es ningún seguro a todo riesgo salir por delante en la carrera de los avales.

En esta competició­n de fondo nadie debería olvidar el vuelco del 2003, cuando un Lluís Bassat que reunió cerca del doble de firmas de apoyo que Joan Laporta luego quedó muy lejos del vencedor en las preferenci­as de los socios. Bassat casi dobló sus firmas al pasarlas a votos, pero Laporta fue capaz de multiplica­rlas casi por cinco.

En cambio, en el 2010 y el 2015, las dos votaciones anteriores a la actual, el candidato con más avales no hizo sino aumentar su ventaja en el escrutinio definitivo.

Por otra parte, del atento análisis de la recogida de firmas de las elecciones precedente­s destaca otro detalle singular: aquellos candidatos que recogieron más avales que votos efectivos, por increíble que pueda parecer. Y aún más teniendo en cuenta que la experienci­a indica que, en cifras globales, acuden a las urnas más del doble de socios que los que expresan su apoyo en la precampaña. El caso más escandalos­o es el de Jaume Llauradó en las elecciones a la presidenci­a del 15 de junio del 2003: pasó de presentar más de seis mil avales a quedarse con menos de mil votos. Eso sí que es un vuelco.

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