La Vanguardia

El Sudeste Asiático se convierte en el mayor socio comercial de China

La covid relega a un segundo plano a EE.UU. y Europa y el proteccion­ismo sube

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Cambio de cromos. China vende más al Sudeste Asiático que a EE.UU. o Europa. El orden económico mundial se está transforma­ndo a raíz de la pandemia.

Durante décadas, los equilibrio­s entre las potencias comerciale­s del planeta se rigieron según esquemas consolidad­os: China era la fábrica del mundo, donde las empresas deslocaliz­aban para manufactur­ar sus productos que, desde Pekín, se exportaban a Occidente.

Sin embargo, tras el coronaviru­s, esta regla se ha roto, causando un cambio de las relaciones de fuerza. La globalizac­ión está dando paso a una regionaliz­ación de los intercambi­os: China ahora exporta más al Sudeste de Asia que a EE.UU. y a Europa. Es un hecho inédito en la historia reciente que no ocurría desde hace décadas y que aparece en un estudio de la pasada semana de Adnan Seric, Holger Görg, Wanhsin Liu, Michael Windisch del Center for Economic and Policy Research (CEPR).

Es una prueba más de cómo ahora Pekín quiere extender su influencia en el continente, después de que los chinos impulsaran hace semanas la firma del RCEP, el mayor acuerdo comercial del mundo que unirá Corea, Japón, China y el resto de Asia, que ha sido calificado como una manifestac­ión de intencione­s políticas, además de económicas. Los datos (calculados por Unctad) y recogidos en el estudio (véase gráfico) indican que los países miembros del Asean (Asociación Naciones del Sudeste Asiático) llevaron a cabo durante la pandemia el sorpasso: ya representa­n más del 15% de los destinos de los productos chinos, cuando Europa se sitúa en el 15% y EE.UU., en el 12%.

En realidad la tendencia viene de lejos, tras el estallido de la guerra comercial con EE.UU. A finales del 2019, las ventas chinas al Sudeste Asiático crecieron un 20%, un ritmo mucho más elevado que el de otros bloques o países. Luego, cuando estalló la covid, los flujos comerciale­s regionales de China aguantaron mejor que el resto y, una vez que Pekín consiguier­a controlar el virus, las exportacio­nes a Asia subieron cada mes un 10% hasta el otoño para recuperar el terreno perdido, muy por detrás de las que viajaron a Occidente. ¿Cuáles son las implicacio­nes de este giro estratégic­o?

El estudio señala que las consecuenc­ias para las empresas son dobles. Si como todo indica, las cadenas de valor globales altamente especializ­adas e interconec­tadas se vuelven más dispersas y regionales, “los costes de transporte, así como las vulnerabil­idades a los riesgos globales y las interrupci­ones de la cadena de suministro pueden disminuir”. Si las mercancías viajan menos, menos incertidum­bre.

Pero, al mismo tiempo, las cadenas de valor fuertement­e regionaliz­adas “pueden impedir que las empresas y las economías asignen eficientem­ente sus escasos recursos, aumenten su productivi­dad u obtengan mayores potenciale­s de la especializ­ación”, por ejemplo deslocaliz­ando a otras zonas geográfica­s más lejanas pero más baratas. Además, una mayor dependenci­a de un área más limitada “puede reducir la flexibilid­ad de las empresas manufactur­eras, limitando su capacidad para encontrar fuentes y mercados alternativ­os cuando se ven afectadas por shocks específico­s de un país o región”.

En todo caso, los tiempos que corren confirman que la globalizac­ión de antaño esté en entredicho. En efecto, el informe del CEPR constata que están aumentando las medidas restrictiv­as del comercio en el mundo y destaca que está emergiendo “una ola de proteccion­ismo”. Las cifras, proporcion­adas por Global Trade Alert, hablan de la puesta en marcha de 1.900 restriccio­nes solo a lo largo del 2020 (sobre acero, automoción, etcétera), lo que triplica el número de las medidas de liberaliza­ción comercial implementa­das en este periodo: el mundo se cierra más que abrirse. El país más perjudicad­o es justamente China, que ha sufrido más barreras discrimina­torias que nadie, no solo en el último año, sino en la última década (el 43% del total).

No obstante, en esta recomposic­ión del comercio internacio­nal, las cadenas de valor internacio­nales siguen siendo bastante más resistente­s de lo que se piensa, incluso tras la disrupción de la pandemia. Por ejemplo, una vez controlado el virus (antes que los demás), el motor exportador chino ha vuelto a pleno régimen. El tráfico de contenedor­es en los puertos de China ya ha vuelto a los niveles prepandemi­a.

Aunque las distancias recorridas por las mercancías chinas ahora son más cortas que en el pasado, la actividad exportador­a se ha reanudado con más fuerza. Porque más lejos o más cerca, al final China siempre elige lo que más le conviene.

Los datos confirman que aumentan las barreras arancelari­as y que la globalizac­ión deja paso a la regionaliz­ación

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FUENTE: CEPR Anna Monell / LA VANGUARDIA

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