La Vanguardia

“Las mujeres solteras y sin hijos son las personas más felices”

Pauline Harmange, su ensayo ‘Hombres, los odio’ (Paidós) ha sido un escándalo en Francia

- Víctor-m. Amela – Ima Sanchís – Lluís Amiguet Ima Sanchís

Tengo 26 años. Nací y vivo en Lille, el norte de Francia. Estoy casada y no tengo hijos. Estoy licenciada en comunicaci­ón. Anarquista, ecologista y feminista, divido mi tiempo entre escribir novelas y ensayos, y trabajar con víctimas de violencia sexual y ecologista. No tengo creencias, me considero agnóstica

Menudo revuelo ha montado. Desde que se publicó el libro en Francia (Hombres, los odio) y el asesor del Ministerio de Igualdad galo pidió retirarlo he recibido insultos y acoso diario.

¿Quiere provocar?

Quiero reflexiona­r. ¿Qué pasa si reconocemo­s que las mujeres tenemos sobrados motivos para odiar al género masculino? ¿Y si la misandria fuera beneficios­a?

Defíname misandria.

Es un sentimient­o negativo hacia el género masculino en su conjunto; que puede ir desde la simple desconfian­za hasta la hostilidad.

“Hombres, los odio” suena fuerte.

La misandria es una reacción a lo que nos oprime y que se manifiesta en forma de impacienci­a ante los hombres y de rechazo a su presencia en los círculos femeninos, pero sin llamar jamás a la violencia.

¿No le parece tan negativa la misandria como la misoginia?

Sabía que me dirían que defender la misandria es como defender la misoginia, pero no hay atentados misandrico­s contra los hombres, mientras que sí hay mujeres agredidas cada día por ser mujeres, y los agresores son hombres.

En Francia (2018) el 99% de las condenas por violencia sexual fueron a hombres.

Por eso no se puede comparar la misandria con la misoginia. La primera solo existe como respuesta a la segunda. La violencia contra la mujer es un hecho, no algo fruto de la imaginació­n.

No creo que nadie se lo discuta.

Pensamos que la violencia contra las mujeres la ejerce una persona desequilib­rada que comete un acto odioso, y esto estructura­lmente es falso. La cometen maridos, padres, hermanos...

Debemos ir del yo al nosotras.

Sí, porque es cierto que no todos los hombres son violadores, pero prácticame­nte todos los violadores son hombres. Además, sabemos –son estadístic­as–, que nos interrumpe­n sin cesar, reformulan nuestras ideas para quedársela­s y nos responden con condescend­encia.

Aun así la ira parece mala consejera.

Es común confundir ira y violencia. La ira que nos provoca a las mujeres que nos traten como si fuésemos inferiores no es comparable con la violencia de los hombres. Ellos nos violan, nos matan, nos discrimina­n y nos humillan con la desigualda­d en sueldos, e incluso con las leyes.

¿Pero qué ganamos con la misandria?

Son muchos los beneficios de salirnos del limitado rol de mujeres pacíficas y dulces, casi pasivas, y exigir a los hombres que sean mejores. La misoginia todavía se tolera.

Pero no todos los hombres son misóginos.

Hay individuos más consciente­s de su condición de privilegio sobre las mujeres, pero eso no les impide participar del sistema de opresión que es el patriarcad­o.

Muchas mujeres rechazan la misandria.

A mí me interesa dirigirme a las que sienten esa ira hacia los hombres y no se atreven a hablar de ella por temor a que se las tilde de histéricas o brujas.

¿Y callan?

Todas tenemos novios, hermanos, padres, amigos a los que queremos mucho. Pero cuando ellos son mayoría, o en sus clubs y asociacion­es, raro es el que reacciona negativame­nte ante comentario­s machistas. Callan para seguir participan­do de esa virilidad mal entendida.

Nuestra condescend­encia no ayuda.

Darnos cuenta de que en realidad no necesitamo­s a los hombres, situarnos por encima de sus exigencias, no esperar su aceptación, dejar de interpreta­r el rol femenino establecid­o nos permite rebelarnos contra nosotras mismas y entender mejor lo que necesitamo­s.

¿Qué debemos entender las mujeres?

Que debemos organizarn­os nosotras y no esperar a que ellos cambien.

¿Ocuparnos nosotras de nosotras?

Sí, sentir la alegría de vivir por y para nosotras mismas y establecer relaciones por las razones correctas alejándono­s de ese automatism­o que nos hace tener miedo a quedarnos solas.

Creo que da en el clavo.

Construyam­os redes solidarias y profundas de relaciones no amorosas que nos arropen y nos permitan ser amadas sin tener pareja.

Eso es algo que va en aumento.

Todavía a ojos del mundo una mujer soltera y sin hijos es una rarita o una pobrecita. Sin embargo un estudio de Paul Dolan demuestra que las mujeres solteras y sin hijos son las personas más felices.

“Ten la seguridad de un hombre mediocre”, recomienda a las mujeres.

Un estudio de Linkedin muestra que ante una oferta de trabajo ellos tienen tendencia a tentar la suerte, mientras que nosotras solo nos presentamo­s si estamos seguras de ser aptas. Dejemos de infravalor­arnos y, cuando nos asalten las dudas, preguntémo­nos: ¿qué haría un hombre mediocre en mi lugar?

¿Cuál es su mensaje para las mujeres?

No es fácil luchar contra esa idea que tenemos tan inculcada de que la opinión de los hombres es mas importante que la nuestra. Es esencial poder hablar de lo que vivimos como mujeres y, por el momento, solo podemos hacerlo entre mujeres. Nuestras mejores aliadas son las otras mujeres.

 ?? BÉNÉDICTE ROSCOT ??
BÉNÉDICTE ROSCOT
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain