La Vanguardia

Ter Stegen clasifica al Barça en los penaltis

El portero lleva al Barça a la final al detener dos penaltis en la tanda decisiva

- SUPERCOPA

La última vez que el Barça había vivido una tanda de penaltis corría 1998. La última, hasta las semifinale­s de la Supercopa de ayer. Hace 23 años salió cara. Esta vez, también. Entonces emergió el portero Ruud Hesp. Anoche el guardameta Ter Stegen. El arquero alemán se colocó la capa de héroe y llevó a su equipo a la final del domingo. Atajó dos penaltis en la tanda definitiva y Riqui Puig, que tan poco ha contado para Koeman, transformó el último lanzamient­o. Cuando el frío helaba hasta el tuétano en el Nuevo Arcángel cordobés el Barça triunfaba en la ruleta y se enfrentará en Sevilla al vencedor del Real Madrid-athletic. Tras terminar el tiempo reglamenta­rio y la prórroga con empate a uno, los de Koeman, sin el concurso de un lesionado Messi, consiguiec­ho, ron sobrevivir al límite. Acertaron en la lotería Dembélé, Pjanic y Riqui, mientras De Jong y Griezmann, que tiró a las nubes, fallaron. Pero la Real se equivocó más. Bautista y Oyarzabal, que nunca había desperdici­ado un penalti, se toparon con Ter Stegen y Willian José chutó al palo. 2-3 en la tanda para el Barça.

Si se llegó a esa suerte definitiva fue también por Ter Stegen, el Messi de la portería, con dos manos estratosfé­ricas en la prórroga. Fue el corolario a un encuentro trepidante, jugado de poder a poder. Con errores. Pero también con pasión.

Sin Messi el equipo y Koeman tenían que buscar soluciones, unirse y, sobre todo, convencers­e de que podían ganar. Era el momento para que los Dembélé, Griezmann, De Jong o Pedri dieran un paso al frente. Huérfanos del manto protector de Messi, el Barça necesitaba una función colectiva. Pero el inicio del encuentro fue de la Real Sociedad. Un equipo vertiginos­o y con buen pie que obligó a los barcelonis­tas a entregar balones a Ter Stegen para que el portero buscara envíos largos. Koeman se desesperab­a porque los suyos no funcionaba­n. Braithwait­e partía desde la izquierda, Dembélé desde la derecha y Griezmann tenía la tan ansiada libertad por el centro, pero el Barça no salía del atolladero. Alba no se podía desplegar por la izquierda, Mingueza, esta vez de lateral deretampoc­o pisaba campo contrario y el Barcelona vivía en una cueva, perdiendo balones, como uno que entregó Busquets y que derivó en una ocasión meridiana de Isak. Solo Ter Stegen con una acción providenci­al impidió el gol del delantero de la Real. Empezaba su recital.

El Barcelona necesitaba de alguien al timón y lo halló en las escaramuza­s de Dembélé. El francés fue punzante y con sus internadas provocó que la Real tuviera que replegarse. Fue entonces cuando emergió Pedri. A la causa se sumó un De Jong de menos a más y un bullicioso, dentro de sus posibilida­des, Braithwait­e. El Barça, sin alardes, había hecho virar el encuentro. Ya no sufría. Ahora era el blaugrana el conjunto que percutía.

En ese momento el equipo de Koeman se adelantó tras una jugada paciente. En la aceleració­n final Braithwait­e enhebró una buena maniobra y atisbó el desmarque de Griezmann. El francés levantó la mirada y oteó la llegada de De Jong. El holandés entró como un tren exprés en el área y fue capaz de marcar con un cabezazo complicado.

Dio en la diana. Celebró De Jong. Celebró Koeman. Celebró el Barça. La Real había tenido su momento y había perdonado. En cambio, el Barcelona había aprovechad­o su pasaje.

Sin embargo, poco le duraría la alegría porque De Jong, al inicio de

SIN GENIO Y CON CANTERA

El conjunto blaugrana sobrevivió a la ausencia de Messi, y Riqui Puig transformó el último penalti

EN LAS DOS ÁREAS

De Jong avanzó al Barcelona pero cometió una pena máxima que permitió empatar a una valiente Real

la reanudació­n, cometió una torpeza, tocó el balón con el brazo en el área y el colegiado decretó penalti. No desperdici­ó la ocasión de empatar Oyarzabal.

Vuelta a empezar y vuelta la noria a girar. El partido se desmelenó y De Jong estuvo en un tris de enmendar su entuerto en la jugada siguiente. Una pena para el Barça, como lo fue una potente volea arriba de Griezmann y una contra culminada por Dembélé, que remató muy cerquita del palo.

El encuentro estaba sin control. Aquello era una batalla cuerpo a cuerpo y Araújo sobresalía con una serie de cortes imperiales.

Ni la Real podía dar con la tecla final ni tampoco el Barcelona. Las piernas empezaban a pesar y el pulso se encaminaba hacia la prórroga.

El paisaje requería piernas frescas y Koeman recurrió a Pjanic y Riqui Puig por unos desfondado­s Busquets y Pedri, que se hartó a trabajar. Imanol respondió metiendo a Willian José y Zaldua. Este último hizo volar a Ter Stegen, que dibujó una palomita espectacul­ar a mano cambiada para arrancar el tiempo extra. Otra intervenci­ón del portero rescataría al Barça, tras una falta botada por Januzaj, en el último minuto de la prórroga. El Barcelona terminaba más descompues­to que su rival. Pero en los penaltis triunfó. Monumental Ter Stegen.

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Ter Stegen realizó enormes paradas de mérito, incluidos dos penaltis, como el de esta fotografía
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JOSE BRETON / AP

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