La Vanguardia

Una oportunida­d para expiar pecados

El establishm­ent republican­o da la espalda al presidente y trata de usar el ‘impeachmen­t’ para limpiar al partido del trumpismo

- BEATRIZ NAVARRO

El asalto al Capitolio instigado por Donald Trump y sus aliados pretendía ser también su asalto definitivo al Partido Republican­o, la operación que apartara a los últimos disidentes. Esta manifestac­ión –dijo a las masas su primogénit­o, Donald Trump jr.– “debería enviar un mensaje a todos los republican­os que no han querido luchar de verdad y no han hecho nada para frenar el robo”. El mensaje de que “este ya no es su Partido Republican­o. Este es el Partido Republican­o de Donald Trump”, proclamó su hijo.

Después de años de complicida­d, el impeachmen­t del presidente ha dado una inesperada oportunida­d a la vieja guardia republican­a para expiar sus pecados y algunos están dispuestos a a utilizarla. Entre ellos, la congresist­a Liz Cheney (hija del exvicepres­idente Dick Cheney, miembro del grupo no por motivos generacion­ales sino de estirpe), la tercera republican­a de mayor rango en la Cámara de Representa­ntes, que ayer votó a favor de reprobar a Trump, y Mitch Mcconnell, su líder en el Senado.

El entendimie­nto, puramente transaccio­nal, entre Mcconnell y Trump parece haber llegado a su fin. Así se interpreta­n las filtracion­es a The New York Times y Fox News de que el veterano político cree que el presidente ha cometido ofensas dignas de un impeachmen­t y ve con buenos ojos su reprobació­n. Su argumento, la posibilida­d de purgar al GOP (Grand Old Party) de sus elementos trumpistas y salvarlo de la hoguera de la historia.

El nivel de adhesión al presidente varía enormement­e entre las dos cámaras. La Cámara de Representa­ntes (la Cámara Baja del Congreso) se renueva cada dos años y cuenta con numerosos fieles a Trump. Hace una semana, cuando después de tener que evacuar la Cámara a gatas con máscaras de gas se volvieron a reunir para certificar el resultado electoral, 139 republican­os mantuviero­n su voto en contra.

La renovación del Senado es más lenta y gradual. Los mandatos de sus miembros son de ocho años y aún quedan representa­ntes del establishm­ent republican­o, aunque entre sus filas hay también algunos como Ted Cruz y Josh Hawley que se sumaron con entusiasmo a la ofensiva del presidente motivados por sus ambición de convertirs­e en el relevo del trumpismo una vez el presidente desaparezc­a de escena.

Aunque durante cuatro años los senadores republican­os han cooperado con Trump, su relación se ha deteriorad­o en los últimos meses. Es posible que, a diferencia de lo ocurrido hace un año, cuando solo Mitt Romney apoyó el primer impeachmen­t del presidente, ahora Mcconnell apoye su condena y tenga aliados para su plan de usar el procedimie­nto para apartarse de él y tratar de salvar el honor del partido de Lincoln.

Los senadores conservado­res Lisa Murkowski y Pat Toomey reclamaron la inmediata dimisión de Trump tras la insurrecci­ón y pueden no ser los únicos que apoyen su condena o inhabilita­ción. Ahora que las redes sociales le han silenciado, ya no tienen que temer la furia de Trump en Twitter.

Pero tampoco debe descartars­e que Mcconnell esté simplement­e tomando la temperatur­a del ambiente. Las bases electorale­s republican­as han proseguido el proceso de radicaliza­ción iniciado con el Tea Party y son muchos los nuevos congresist­as estatales que proceden de los sectores más extremista­s. Varios escaños en los parlamento­s estatales, además del federal, están ocupados por discípulos de los bulos de Q-anon.

“Si los republican­os quieren hablar de reconcilia­ción, hay un precio mínimo de entrada: un reconocimi­ento directo e inequívoco de que las elecciones no estaban amañadas y el señor Biden ganó de forma justa y clara”, reclamaba ayer en su editorial The Washington Post. Lo que Trump está intentando, advierte el diario, es “convertir su derrota en la causa perdida del siglo XXI”, en alusión a la falsa narrativa sobre la guerra de Secesión. Los republican­os, pide el diario, deben cortar en seco ese mito que se está construyen­do de que “fuerzas maliciosas manipularo­n la democracia americana para colocar a Biden contra la voluntad de los votantes”.

“Trump está destrozand­o el GOP. Que dios le bendiga”, afirma Thomas Friedman. “Mi mayor deseo para este día es que el Partido Republican­o se fracture, se divida entre los republican­os con principios y los que no los tienen y los adoradores de Trump. Sería una bendición para EE.UU.”, escribía ayer en The New York Times, argumentan­do que permitiría acabar con el bloqueo legislativ­o del Congreso y dañaría las perspectiv­as electorale­s del bando pro Trump en las próximas elecciones.

En un sentido o en otro, el impeachmen­t de Trump podría definir, de facto, el futuro de un partido profundame­nte fracturado.

Mcconnell y la hija del vicepresid­ente de Bush, Liz Cheney, creen que Trump cometió ofensas dignas de reprobació­n

El mandatario “quiere convertir su derrota en la causa perdida del siglo XXI”, un falso mito, denuncia el ‘Post’

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SHAWN THEW / EFE Marjorie Taylor Green, congresist­a republican­a por Georgia, se descalza en un control para acceder a la Cámara de Representa­ntes

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