La Vanguardia

Lo que nos une

- Jordi Nadal J. NADAL, editor

Este último año ha sido francament­e malo. Pero hay algo que debe permitirno­s rebrotar, puesto que depende de nosotros. Todos hemos sufrido, en mayor o menor grado, las cosas que nos han venido impuestas por el tsunami pandémico. Para aguantar las tempestade­s, las palmeras, ancladas en la tierra firmemente, usan su estrategia de resistenci­a: ser flexibles y fuertes.

La flexibilid­ad, firmemente sujeta al suelo, nos ayuda a recuperar la posición erguida tras la adversidad. Pero aquello que nos defiende debe ser lo que nos define. Somos –en buena medida y siempre que tengamos suerte– el resultado de nuestras decisiones. Por eso debemos decidir cómo queremos utilizar lo que tenemos a mano.

La fuerza nos viene de los valores que tenemos y de tomar decisiones desde las conviccion­es profundas. En los momentos de mayor gravedad (también en el sentido de peso) de la vida, toca asumir elecciones. Algunas son pequeñas y constantes. Otras, acaso menos frecuentes, son más importante­s. Nos toca ahora jugar la mano de cartas que nos ha dado la vida en este momento.

¿Qué nos podría ayudar a saber actuar? Tomemos como apoyo las palabras de Miguel Torga, el primer autor portugués que fue galardonad­o con el premio Camões: “Destina el destino, pero el resto depende de mí”. ¿Qué es lo que depende de nosotros? Todos intuimos que el riesgo mayor ante nosotros, tras la enormidad del impacto sanitario y económico, es el de la distancia emocional. Las sociedades se derrumban como un castillo de arena cuando deja de haber algo que las cohesiona. Nos apabullan muchas de las noticias sobre las cosas que nos van sucediendo: en la salud y en la economía, como ya se ha dicho, pero también en lo social y personal. Y en el fragor de la batalla se nos oculta el lugar en el que se puede encontrar buena parte de la solución: nuestra respuesta individual. Nuestra decisión. Sumarnos a los que quieren aportar.

Nos toca imaginarno­s y proponer cómo podremos salir de esta. Probableme­nte, más allá de seguir miles de consignas ajenas, nos correspond­a decidir si queremos formar parte del problema o de la solución. En lo primero hay siempre el riesgo de instalarse. En la segunda, crecemos, precisamen­te porque creamos millones de gestos pequeños que contribuye­n a que todo vaya mejor. Veamos algunos: un camarero sirve, a pesar de todos los obstáculos, un café impecable a un cliente cansado y agradecido; un taller repara con profesiona­lidad y precisión algo que se ha roto; un taxista supera su malestar por sus escasos clientes gestionand­o, acogedor, el ánimo de su pasajero; en una tienda de barrio te encuentran aquel producto que tanto has buscado; la camarera de un hotel se prepara para cuando las habitacion­es vuelvan a ser ocupadas con normalidad, y pueda alisar, con sus manos veteranas, la almohada en la que descansará el próximo viajero…

Para que muchas cosas se reconstruy­an es preciso tener muchas ganas de hacerlas bien y completarl­as. Cuando aquello que ha quedado dañado no es tan evidente ni escandalos­o como un edificio destruido, hay que querer reparar aquellos desperfect­os que resultan invisibles a algunos ojos.

Para sacar energía de nosotros mismos, tendremos que acudir a todo aquello a lo que queremos honrar. ¿De dónde sacar fuerzas sino de la gratitud hacia quienes– los conozcamos o no– nos han ayudado con su trabajo anterior, y con ello han contribuid­o a que sea realidad mucho de lo que aún se sostiene?

Construir y reparar es repartir con serenidad y fidelidad aquello que aprendimos de quienes nos han hecho bien, sean estos familia, maestros, médicos, amigos, mentores o personas con quienes hayamos trabajado.

Tendremos que acudir a quienes nos apoyaron, especialme­nte ahora, cuando estamos magullados. Es hora de recordar y tener presente aquello que nos ha dado fibra, que nos hace flexibles y fuertes, como las palmeras.

Repensar, recuperarn­os y reinventar­nos. Para que estas tres cosas sucedan, tenemos que activar mecanismos en que fluya la creativida­d, para ver lo que no siempre parece evidente; habrá que asumir riesgos, ya que no nace nada grande sin querer aportar; convendrá salir al ruedo, puesto que sin exponernos no resultarem­os creíbles; valdrá la pena ser capaces de luchar, porque solo así fragua nuestro destino; será preciso esforzarno­s, visto que nada hermoso es fruto de la facilidad, y tendremos que innovar dado que el nuevo mundo se crea con una nueva mirada y acción. Habrá que recompensa­r a quienes de verdad sumen.

El ruido no hace bien y el bien no hace ruido. Por eso construir futuro pasa por hacer las cosas bien sobre todo cuando no nos ven.

Para que nos podamos imaginar un futuro común, hay que apelar a la vocación, a la ilusión y a la artesanía. Tres palabras que tienen en común querer trascender la miseria de lo que serían nuestras vidas si solo pensamos en nosotros. Torga lo supo formular luminosame­nte: “Mientras no alcances, no descanses, de ningún futuro quieras solo la mitad”.

Para que muchas cosas se reconstruy­an es preciso tener muchas ganas de hacerlas bien y completarl­as

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain