La Vanguardia

Lo de Trump no está protegido

- Francesc Bracero

En la semana en la que Donald Trump ha visto frenado su furor tuitero porque Twitter y Facebook han decidido no servir más de altavoz para sus delirios, y con la prohibició­n en IOS (Apple), Android (Google) y Amazon Web Services de la red social favorita de la ultraderec­ha, Parler, una de las preguntas legítimas que se han planteado en numerosos foros es si estas poderosas compañías tienen derecho a tomar esas decisiones por su cuenta. La cuestión principal ha sido “¿quién vigila a los vigilantes?”.

La pregunta se atribuye en esta forma al poeta romano Juvenal (siglo I d.c.), pero tiene una versión anterior del filósofo griego Platón (siglo V a.c.), en su obra República en la que se cuestionó “¿quién nos protegerá de los protectore­s?”.

¿Tienen derecho a cerrarle el grifo esas compañías a los mensajes de odio que, en sus diferentes manifestac­iones de fobias, atentan contra los derechos humanos? Hasta hace unos días parecía existir cierto consenso en las sociedades occidental­es de que los gigantes de la tecnología estaban obligados a controlar esos contenidos. De hecho, suelen recibir duras críticas en los medios de comunicaci­ón —muchas de la clase política— cuando algún exaltado se apoya en sus plataforma­s para canalizar sus mensajes y se producen consecuenc­ias negativas.

La censura tiene multitud de formas y se da en innumerabl­es ámbitos de la actividad humana. Acotar claramente qué es censura y qué no podría ayudar en este debate, pero no es nada sencillo. Así que se puede ir a los casos concretos. ¿Debemos permitir que internet sea una selva en la que la ley del más osado deje abierta la difusión sin control alguno de mensajes de odio y bulos que se lanzan para perjudicar a una sociedad o a una parte de ella?

En la pregunta parece que va la respuesta. Si Trump siguiera hoy en las redes sociales proclamand­o la mentira de que ha ganado las elecciones —60 jueces lo han negado— y socavando la democracia en Estados Unidos, probableme­nte criticaría­mos que permitiera­n la difusión de un contenido ilegítimo.

El artículo 19 de la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, señala que “toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, este derecho incluye la libertad de mantener opiniones sin interferen­cia y de buscar, recibir y difundir informació­n e ideas a través de cualquier medio de comunicaci­ón e independie­ntemente de las fronteras; ya sea oralmente, por escrito o impreso, en forma de arte, o por cualquier otro medio de su elección”.

Pero tiene una enmienda, que apunta que el ejercicio de este derecho conlleva “deberes y responsabi­lidades especiales”. Entre sus restriccio­nes se encuentran “la protección de la seguridad nacional o del orden público”. Lo de Trump no está protegido, que no les engañen.

¿Debemos permitir que internet sea una selva abierta a la difusión de mensajes de odio y bulos?

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