“Isabel-clara Simó fue libre toda su vida”
Jordi Tormo publica la biografía autorizada de la escritora, periodista y activista de Alcoi, que murió hace un año
AIsabel-clara Simó (Alcoi, 1943 - Barcelona, 2020) no le gustaban las autobiografías, no les encontraba ningún interés. Pero cuando Jordi Tormo (Alcoi, 1979) le propuso escribir su biografía en un correo, le respondió que sí al cabo de dos minutos. Era mayo del 2019 y la escritora murió ocho meses después, habiendo leído buena parte del libro que ahora se publica: Isabelclara Simó, una vida lliure i compromesa (Ara Llibres).
Tormo, doctor en Geografía, destaca su relación con Montserrat Roig y Joan Fuster, más profesionales, y con Anna Maria Dalí, “que era una relación más personal”. “Me costó pedirle si me dejaba que contara su vida –confiesa–, pero al final me decidí, porque cada vez estaba más enferma, para devolverle todo lo que ella me había dado a mí”. Empezó la documentación, las entrevistas y “tres días antes de faltar ella, le enseñé todo el material, llegó a ver el manuscrito, y después he seguido trabajando con su hija Cristina”.
El libro, con prólogo de Núria Cadenes, “Alta i Clara”, se divide en cinco capítulos, “muy sintetizados, porque ella es una enciclopedia”, dice Tormo. “El primero –detalla– abarca sus cuatro grandes compromisos: lengua, letras, política y feminismo. Sigue el recorrido vital: Alcoi, València, Figueres y Barcelona. Luego el capítulo dedicado al periodismo, la revista Canigó y su vertiente como columnista. El cuarto es la obra literaria y el quinto es la vuelta a los orígenes, con su relación con Alcoi, y con Ovidi Montllor y Antoni Miró”.
La etapa de Canigó es un hito en la cultura catalana de los últimos años del franquismo: “La revista es un referente para el periodismo actual. La pone en marcha con su marido, Xavier Dalfó, pero ella la hace crecer, la hace Països Catalans. Y fue su directora, algo del todo inusual en aquella época, no era nada fácil. En Barcelona se la conocía como la Canigona. La revista fue una plataforma para los nuevos creadores, y un vínculo entre el Principado, el País Valenciano y las Baleares”.
El libro descubre los comienzos de Isabel-clara Simó: “De pequeña ya quería ser escritora. La figura de su padre es muy importante y la marca. En aquella época, o ibas a un colegio del régimen, o a una de monjas o a una academia del sistema libre de enseñanza, como es la que tenía su padre. Aquella forma de libertad de estudiar y de vivir la ejerció toda su vida”.
Tormo cuenta una anécdota: “Ella escribía textos que firmaba con seudónimo, los hacía copiar a una amiga y los dejaba en el buzón de la academia. Su padre los corregía en clase y no sabemos si supo desde el primer día o no quien se escondía detrás del pseudónimo de Amílcar o Fedro, un miliciano cartaginés y uno romano, porque el padre, cuando hacía actividades a clase, dividía a los alumnos entre cartagineses y romanos”.
El biógrafo también explica algunos aspectos de sus últimos meses de vida: “Me contó que tenía ELA y lo pasó muy mal, porque era una persona muy activa. Quería irse con muchas cosas cerradas: una novela póstuma, un poemario donde ella se desnudaba y dedicaba poemas a su marido, también siguió escribiendo columnas hasta poco antes de morir...”
Ayer se presentó el libro en los Lluïsos de Gràcia, con la participación de Cristina Dalfó, la hija de la escritora. Hay tantas citas de Isabel-clara Simó en el libro, que en algunos momentos es, a pesar de todo, una maravillosa autobiografía.