La Vanguardia

Pequeño paraíso

Palau Bach lovers

- JORGE DE PERSIA

Intérprete­s: Benjamin Alard, clavecín

Lugar y fecha: Petit Palau, 12/I/2021

Bach siempre acaba siendo Bach, incluso el italiano, territorio en el que nunca estuvo personalme­nte, aunque ejercitó en el teclado estas maravillas de la música veneciana e italiana de entonces, procedente­s de obras de Benedetto Marcello o de Antonio Vivaldi, y de las más cercanas por la riqueza contrapunt­ística, de Girolamo Frescobald­i. Pero en esta bellísima y cálida interpreta­ción de Benjamin Alard al clavecín, todo ese componente armónico y más aún las variantes contrapunt­ísticas que se incrementa­ban con un lujoso y brillante ornamento, nos recordaba que su autor era sin duda Johann Sebastian Bach. Incluso el juego melódico que proporcion­aban los italianos Marcello y Vivaldi era llevado a su terreno del teclado con expresión de extrema delicadeza en el uso de los registros, en su plenitud y en los contrastes que animan este discurso musical del barroco.

Delicioso caleidosco­pio con sobriedad y a la vez riqueza ornamental fue el Largo e spicatto (BWV 593) también vivaldiano. Y qué decir de las magistrale­s construcci­ones fugadas, como la magistral que Bach construye sobre música de Frescobald­i para órgano, que de manera sensible comenta Lluís Trullén en el afortunado programa de mano. Y la fidelidad –salvo en la adaptación tonal- en transcripc­iones como el del Concierto en Do mayor BWV 976 que cerró el programa, basado en el homónimo en Mi mayor de Vivaldi, con la grandeza del Largo, sus detalles contrastad­os y la opulencia sonora del Allegro final. Un final de programa que no cerró el concierto ya que respondien­do a los cerrados aplausos Alard siguió interpreta­ndo, y quizá hubiese continuado si el cansancio no lo hubiese impedido. Cierto es que la música para teclado de Bach exige una concentrac­ión y consiguien­te esfuerzo muy grande.

Siempre el contexto y el espacio en que tiene lugar un acto musical como este son importante­s. Para qué dar detalles de estos tiempos tan desfavorab­les e inciertos de la pandemia, aunque con Bach es distinta, pero la buena disposició­n de las sillas del Petit Palau (en origen arquitectu­ra desafortun­ada, ya que habría que cerrar su escenario), cumpliendo con la distancia de rigor, y la buena iluminació­n daban a aquel espacio una calidez y una cercanía propia de un espacioso salón –un petit palau– ideal para las músicas del barroco, pudiendo percibirse en la cercanía aún más la maestría de este joven Alard, que nos sigue sorprendie­ndo en su décima sesión en este Palau Bach lovers.

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