La Vanguardia

Luz contra el escepticis­mo

- Jordi Juan Director

Lo mejor del acto de toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos fue que se pudo realizar y que, por tanto, Donald Trump forma parte ya del pasado. Con su bravuconer­ía habitual, Trump volvió a amenazar con su retorno (“Volveré de alguna manera”, dijo), pero ahora es mucho más inofensivo una vez está lejos de la Casa Blanca. Tanto si acaba creando un nuevo partido político como si intenta recuperar el control del Partido Republican­o, es un dirigente que ha quemado sus naves y que debería centrar todos sus esfuerzos en no acabar en la cárcel.

Su gestión ha sido tan negativa que ha hecho crecer de forma inversamen­te proporcion­al a Biden, que fue recibido ayer por medio mundo con una esperanza e ilusión que podría ser comparada a la que transmitió Barack Obama hace 12 años. El equipo de transición de Biden anunció que en sus primeras horas se firmarían hasta quince decretos que derogaban decisiones de su antecesor, entre los que se encontraba­n el retorno al Acuerdo de París contra la crisis climática, frenar la construcci­ón del muro de México o recuperar la cooperació­n con la OMS.

Pero el reto más importante que tendrá la nueva Administra­ción será recobrar la unidad de un país totalmente dividido. El acto de ayer suponía reforzar la continuida­d de la democracia americana, que había quedado seriamente maltrecha por la insurrecci­ón de hace unos días. En este sentido, la presencia de republican­os como el expresiden­te George W. Bush y el vicepresid­ente saliente Mike Pence fue una de las notas positivas del acto. Trump no estuvo pero tampoco se le echó en falta.

A partir de ahora, Biden deberá recomponer una unidad con hechos, más allá de palabras. Para ello ha huido de aventuras y se ha rodeado de un equipo muy cohesionad­o y también muy veterano con los que coincidió en la etapa de Obama. Solo se ha permitido una excepción que brilla con luz propia: la vicepresid­enta Kamala Harris. En su discurso de ayer la puso como ejemplo contra el escepticis­mo que nos invade. “Los que creen que las cosas no pueden cambiar, mirad, aquí está Kamala Harris”. Todo un símbolo.

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