La Vanguardia

La era de la impacienci­a

- Antoni Gutiérrez-rubí

Todo. Ahora. Para todo el mundo. Esta es la tríada de la impacienci­a que devora la política: queremos todas las soluciones y servicios, todas las respuestas; las queremos de manera urgente, inmediata, sin transicion­es; sin límites, y que lleguen a todas las personas, sin costes, sin esfuerzo. Hemos dinamitado principios básicos de la política democrátic­a orientada al interés general. La progresivi­dad, la gradualida­d y la prioridad como criterios ordenadore­s de las políticas públicas son exigidos y desbordado­s por una sociedad impaciente, adolescent­e, a veces caprichosa, que reclama sin limitacion­es. Y por una política devaluada que alimenta el presentism­o y el inmediatis­mo como una fórmula para congraciar­se con una ciudadanía hipercríti­ca y exigente. El bucle insaciable.

Palabras clave para una cultura democrátic­a sólida como después, en parte, con costes, con prioridade­s han dejado de ser útiles para la gestión de lo común, en medio de un torbellino de novedades y sucesos que no permiten la calma, la decantació­n o la evaluación. Un sentimient­o difuso de desorienta­ción y malestar causado por la dificultad de comprender lo que está pasando (a nuestro alrededor y en el mundo) y que se acrecienta y facilita por un acceso instantáne­o a todo tipo de informació­n. La concentrac­ión alarmista de hechos negativos contribuye a la catastrofi­zación del mundo, que convive, a la vez, con la imagen de impotencia que transmiten las y los políticos. Sobre este estado de ánimo colectivo

No podemos reducir los resultados y las respuestas a la ilusión de conseguir lo imposible a golpe de clic

es fácil construir una demanda de seguridad aparente, de certeza superficia­l, de autoridad rápida. La democracia instantáne­a es justo lo contrario de la democracia que necesitamo­s: la de equilibrio­s, decantacio­nes y alternativ­as ponderadas. El legendario periodista Bob Woodward, dos veces premio Pulitzer, afirmaba recienteme­nte que los medios viven una era en la que “la impacienci­a, la velocidad y el resumen” lo dominan todo. Así, convertimo­s a los lectores y lectoras en consumidor­es de atención, no de conocimien­tos.

La impacienci­a tiene, también, otras consecuenc­ias en esta pandemia. El economista Branko Milanovic señalaba que “los gobiernos occidental­es no estaban dispuestos a adoptar la estrategia asiática contra la pandemia por culpa de su cultura de la impacienci­a y sus ganas de resolver todos los problemas rápidament­e asumiendo muy pocos costes”. Esta aceleració­n presume que los resultados y las respuestas podemos reducirlas a la ilusión de conseguir lo imposible a golpe de clic, like o scroll. Pues no. La cultura del pulgar no puede convertirs­e en la medida de todas las cosas.

En el libro Factfulnes­s. Diez razones por las que estamos equivocado­s sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas, sus autores, Hans Rosling, Ola Rosling y Anna Rosling Rönnlund, nos advierten que el instinto de la urgencia es uno de los peores distorsion­adores de nuestra visión del mundo. Todo, ahora y para todo el mundo, no solo no es posible, sino que es el camino más directo para no conseguir lo que se persigue.

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