La Vanguardia

Un país ridículo y desquiciad­o

- Joaquín Luna

Ypensar que estamos así, sin fecha electoral inobjetabl­e, por una pancarta en el balcón de la Generalita­t que, por supuesto, no podía estar colgada durante una campaña y en la que Joaquim Torra se agazapó para salir aclamado –y excluirse– de la presidenci­a de Catalunya...

La Junta Electoral se había limitado a ordenar su retirada temporal y Torra se negó porque sí. Porque lo digo yo. Deliberada­mente, quiso judicializ­ar un asunto menor. Eran los días del cuanto peor, mejor...

Aquel fue un gesto de desobedien­cia ridículo, que culminó pomposamen­te meses después con la donación de la pancarta al Museu d’història de Catalunya, que igual tiene el cuajo de exhibirla algún día como símbolo de la “represión”.

Una democracia es fondo y formas. Torra buscó la inhabilita­ción y la consiguió para darse el piro mientras avanzaba la pandemia y en el momento en que más urgía un Govern cohesionad­o. Un insólito pacto –¿qué traumas infantiles tiene ERC para temer tanto a los convergent­es?– impidió al Parlament elegir un sustituto y se abundó en la ridiculez: nadie ocuparía el puesto de presidente pese al consiguien­te vacío de representa­ción. ¿La pandemia? Iremos tirando, total si culpas a Madrid o te envuelves con la bandera, la gente traga. Y otro gesto infantil: ¡prohibido utilizar hasta nueva orden el despacho presidenci­al en Palau!

El naufragio de Catalunya es completo y hoy tenemos un país sin moral y desquiciad­o, a merced de la pandemia, con un Govern perpetuame­nte en funciones y un sector de la población enrocado en el victimismo y la “judicializ­ación”.

¡Menos mal que hay un poder judicial ajeno a irresponsa­bilidades, teorías populistas y ese concepto de la democracia trumpista según el cual basta con ganar unas elecciones para poder hacer de todo y de la manera que más te place!

Otro año sin presupuest­os, más meses sin dirigentes creíbles y ninguna prisa por afrontar cuanto antes la hecatombe económica. El ejemplo de Galicia y Euskadi es incomparab­le: allí respetaron las formas. Aquí las perdimos hace tiempo, embriagado­s por reinventar la democracia mientras día a día se erosionaba –¡desde dentro!– el prestigio de las institucio­nes de Catalunya. Populismo de manual. La actividad parlamenta­ria da para llorar...

La justicia hace su trabajo. Son ustedes los que judicializ­an la política para tapar sus incompeten­cias.

Y pensar que esta confusión electoral viene por aquella pancarta de Torra...

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