La Vanguardia

Una isla voladora

- Quim Monzó

Hace unos años, en una época en la que colaboraba en RAC1, una mañana iba por el pasillo hacia la puerta de entrada con la intención de fumar un piti en la escalera. Choqué con Tomàs Fuentes. Como siempre charlábamo­s un rato, me miró y me dijo: –Tengo que hacer de ti un Rubius. –¿Un Rubius? –le contesté. –¿No conoces al Rubius? Es el youtuber que tiene más seguidores.

Youtuber sí que sabía lo que era, y pensé que no estaría mal jugar esa carta. Pero luego ya no hablamos más y ahí se acabó mi carrera de influencer.

Estos días el Rubius ha saltado a los titulares. Se ha ido a vivir a lo que los eslóganes publicitar­ios llaman el país

de los Pirineos. El martes, Begoña Corzo hablaba de ello en estas páginas: “Los youtubers se escapan a Andorra”. El motivo es sabido: en el país de la virtus unita fortior las cargas fiscales no tienen nada que ver con las de este reino donde vivimos. Si al año ganas cuatro millones de euros, tienes que tributar la mitad a la Hacienda española. En Andorra, solo tributas lo mismo que si apenas ganas para ir tirando.

¿Por qué muchos se alarman con el caso del Rubius? Pues porque es un influencer. Gente espabilada que se va a vivir a Andorra –de forma simulada o no– la ha habido siempre. Deportista­s, artistas, políticos... Pero lo que ahora sorprende es que sea un youtuber, y eso que muchos ya se han instalado ahí desde hace tiempo. La nueva ya vieja tecnología todavía se considera original. Hace décadas asumimos el caso de Arantxa Sánchez Vicario con mucha más naturalida­d, hasta el punto de que al hecho de tener una residencia ficticia en Andorra lo llamamos hacer un Arantxa. Grandes hitos de este método de optimizaci­ón fiscal –así lo llaman– son (o han sido) Montserrat Caballé, Maverick Viñales, Joaquim Purito Rodríguez, Tito Rabat...

Si las intencione­s de Tomàs Fuentes hubieran llegado a buen puerto, no sé si me iría a vivir a Andorra. No porque me desagrade lo de la optimizaci­ón fiscal. Me formé una imagen idílica de Andorra cuando, joven, leí un relato de Víctor Mora que se titula

Mozzarella i Gorgonzola. Pero un día fui, con Jaume Vallcorba al volante, y quedé horrorizad­o por la futilidad del lugar y las procesione­s de coches. Prometí no poner los pies allí nunca más y lamenté que, en los años treinta, el rey Borís I no hubiera sabido mantener el trono, ya que su hijo, Borís II –inspirándo­se en la Laputa de los Viajes de

Gulliver de Jonathan Swift–, proyectaba convertir Andorra en una isla voladora, un proyecto que ahora veo que se ha convertido ya en realidad.

Muchos se alarman con el caso del Rubius solo porque es un ‘influencer’

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