Barceló exhibe sus últimas obras en Málaga
El museo Picasso reúne un centenar de obras recientes, la mayoría inéditas
Que el cuerpo y la arcilla, el cuerpo y la obra, sean todo uno. En mis cuadros hace mucho tiempo que el cuerpo se convirtió en pintura”, ha escrito Miquel Barceló, a quien el Museo Picasso Málaga dedica una ambiciosa exposición que indaga en ese mundo en permanente metamorfosis donde la asunción de la fragilidad y la transitoriedad por parte del artista se convierten no solo en motor y fuerza creativa sino también en la materia de su obra.
La muestra, comisariada por Enrique Juncosa, reúne un centenar de obras realizadas desde 2015 hasta hoy mismo, la mayoría procedentes de sus estudios de París y Mallorca. Cuadros de peces que sacan la cabeza fuera del agua que el artista pintó durante la pandemia, acuarelas fantásticas realizadas en Asia, tauromaquias creadas a partir de una corteza de morera, cerámicas de figuras antropomórficas, autorretratos pintados con el humo de su taller de cerámica, paisajes nocturnos en plenilunio, relieves que recuerdan pinturas rupestres o unos gigantescos bronces que representa un grupo de cerillas medio quemadas, monumento a aquello que ya ha perdido su valor.
Metamorfosis, exposición que podrá visitarse hasta septiembre, llega a Málaga con un año de retraso por culpa de la pandemia y toma el nombre del texto de Kafka, que Barceló ilustró por encargo de Éditions Gallimard (publicado en España por Galaxia Gutemberg). Juncosa, amigo de Barceló desde la adolescencia, ve un paralelismo entre el autorretrato del escritor que para él es el relato de Kafka y las visiones de sí mismo que Barceló ha ido plasmando a lo largo de su trayectoria: un felino, un oso, un gorila melancólico... “Alguien distinto, salvaje, solitario y organizador de un mundo inventado y propio”, señala.
Barceló las realizó en Tailandia en el 2019, pero siguió produciendo durante un viaje posterior a la India, donde de nuevo aparece el tema de la transformación: bailarinas en trance de convertirse en plantas o árboles, figuras humanas que devienen gambas o el hombre de las nieves... “En todas ellas aparece un nuevo Barceló fantástico que creo que tiene mucho que ver con su trabajo como ilustrador para la Divina comedia de Dante o el Fausto de Goethe”, constata Juncosa. Si en sus cuadernos africanos plasmaba el paisaje que veía, en las obras asiáticas el mundo ya no es literal sino mental. “No busco el exotismo en los lugares a los que viajo”, conviene Barceló. “Al contrario, si cambio de sitio es porque hay demasiada gente en otro lugar. Iba a Mali para desprenderme de cosas, para trabajar en soledad. Ahora el confinamiento ha venido a mí”. El comisario destaca aún un segundo elemento que se deriva de aquellos trabajos librescos y que acabará impregnando toda su obra: la irrupción del color.
“La metamorfosis anuncia el siglo XX: el antisemitismo, la guerra, la gripe española... Kafka se sentía un bicho raro y era un bicho raro, se notan esos tambores de guerra. Los colores tan intensos que utilicé para las ilustraciones tienen que ver con una historia que me impactó. A finales del siglo XIX se descubrió el azul ultramar de Prusia, que es el que utilizó Picasso porque era el más barato en el mercado y por la misma razón empezaron a utilizarlo los obreros en sus ropas de trabajo. Pero para su procesamiento se utilizaba el ácido prúsico, el mismo con el que los nazis fabricarían el cianuro de hidrógeno para exterminar a los judíos. Una misma cosa puede generar algo maravilloso y también algo terrible. Me interesaba mucho esa relación. Mis ilustraciones son muy libres pero estoy muy bien informado. Toda mi obra es una disgresión”, relata Barceló.”
En la presentación de la muestra, retransmitida a través de streaming, Barceló estuvo también acompañado de José Lebrero, director del museo, y Bernard Ruiz-picasso, nieto del artista con el que mantiene una larga y estrecha amistad. No se conocían la primera vez que viajó a París y recorrió la ciudad en metro para poder visitar por fuera los talleres en los que había trabajado. “No pude entrar, claro, pero tengo una relación con Picasso como con muy pocos pintores, tal vez Tintoretto y Jackson Pollock. Con este último tuve la sensación de que hablaba con él en Nueva York y con Tintoretto en Venecia, también. Seguramente un psiquiatra le daría un nombre a esto”, bromeó.
Metamorfosis, que cuenta con el patrocinio de la Fundación la Caixa, incluye también cerámicas, que de pronto han adoptado los colores intensos de las acuarelas. Peces y seres acuáticos, flores, plantas... que contienen “la memoria del cuerpo” del artista, que en ocasiones las modela a base de golpes y cortes violentos. “A veces considero la cerámica una caricatura de la pintura. Me parece una forma de quitarme de encima las cosas, de transformarlas en algo irrisorio y así empezar de nuevo. Es un material muy frágil que maltrato mucho, es casi un milagro que estén aquí”. Más que mera decoración de vasijas o platos, son esculturas de formas antropomórficas. También se presenta una de sus últimas series, Tòtems, una arquitectura realizada a partir de grandes piezas con forma de ladrillo que pueden intercambiarse entre sí.