Los otros efectos de la covid
Diversas calles de ciudades de Holanda amanecieron ayer con comercios saqueados, coches y contenedores quemados y hasta un centro de pruebas PCR incendiado. Las salvajes acciones que se saldaron con unos 300 detenidos no fueron actos aislados de protesta, sino que obedecieron a una convocatoria organizada en las redes sociales contra el toque de queda impuesto por el Gobierno. Sin duda, es la primera protesta de esta envergadura que se produce en Europa, pero de forma aislada diversas acciones similares se están produciendo cada noche en otras muchas ciudades del Viejo Continente. Los confinamientos, toques de queda, cierres de lugares de ocio y todas las iniciativas que los distintos gobiernos están instaurando para frenar los contagios de la covid están provocando una respuesta airada de muchos colectivos, jóvenes y no tan jóvenes, que ponen en duda la autoridad gubernativa, y especialmente la policial.
En Catalunya ya se han sucedido conatos de violencia, como el que se vivió hace unos días en Pallejà, donde agentes municipales fueron agredidos por un grupo de jóvenes que incumplían las medidas de seguridad anticovid. Como explicaba muy bien en nuestra edición del pasado sábado el psicoanalista José R. Ubieto, estamos ante una oleada de protestas generalizada que pone en duda la figura de la autoridad y que se niega a cumplir las restricciones impuestas. Las acciones nos recuerdan al inestable y peligroso mundo futuro que describió el escritor Russell T. Davies en su miniserie Years & Years, donde proyecta la inquietante vida de una familia de Manchester desde el 2019 hasta el 2034 y en que las revueltas y tumultos callejeros son constantes.
Ojalá la violencia pueda ser contenida, pero el malestar social que está dejando esta pandemia va a tener secuelas. Las económicas ya las conocemos todos, y si no que se lo pregunten a los sectores afectados que también están mostrando su indignación. Pero están también las secuelas psicológicas, que van a ser muy negativas. Hoy más que nunca toca recomendar paciencia y seguir mostrando confianza en la vacunación, aunque el ritmo sea menor del esperado.