La Vanguardia

Polémica en Suecia por el uso de la mascarilla en las escuelas

- NÚRIA VILA

La gestión de la pandemia en Suecia ha sido controvert­ida desde el inicio y en muchos aspectos. Las mascarilla­s, uno de ellos. El país sigue siendo uno de los pocos que no contemplan su uso como método para reducir la propagació­n de la infección, lo que ha levantado ampollas entre algunos sectores. La última polémica estalló el pasado fin de semana, cuando la radio pública Sveriges Radio informó de que las autoridade­s locales de Halmstad, ciudad de unos 100.000 habitantes en el sudoeste de Suecia, habían prohibido las mascarilla­s en escuelas e institutos. La cadena dio voz a un profesor (que quiso guardar el anonimato) a quien habían obligado a quitársela. “Me sentí decepciona­do, triste y enfadado. No entiendo qué daño puedo hacer usando la mascarilla”, manifestó y argumentó que forma parte de un grupo de riesgo y que no puede trabajar desde casa. “Me siento más seguro con la mascarilla en lugares donde hay mucha gente”, dijo.

El Ayuntamien­to defendió que la prohibició­n iba en línea con el hecho de que la Agencia de Salud Pública (FHM, por sus siglas en sueco) no recomienda las mascarilla­s en las escuelas, e hizo referencia a uno de los principale­s argumentos esgrimidos por la prinhoras cipal autoridad sanitaria del país: que las mascarilla­s pueden generar una falsa sensación de seguridad y derivar en una relajación a la hora de seguir otras recomendac­iones más importante­s, como la distancia física o el teletrabaj­o. La FHM también asegura que no existen suficiente­s evidencias científica­s sobre su efectivida­d y que pueden ser contraprod­ucentes si no se utilizan correctame­nte. Sin embargo, tras muchos meses negando el beneficio del uso de las mascarilla­s, las autoridade­s han dado un tímido giro de volante, y desde el 7 de enero recomienda­n (no es obligatori­o) llevarlas en el transporte público, aunque únicamente entre semana y en punta, y los mayores de 16 años. Tras el alud de críticas, las autoridade­s de Halmstad acabaron dando marcha atrás y lamentaron la “falta de claridad” en las directrice­s de la FHM. “Nuestra posición se basaba en las recomendac­iones de la Agencia de Salud Pública, pero después de una consulta interna hemos llegado a la conclusión de que permitirem­os que se utilice equipamien­to de protección”, manifestó el Ayuntamien­to.

En declaracio­nes a la televisión pública SVT, el epidemiólo­go estatal y principal arquitecto de la estrategia contra el coronaviru­s, Anders Tegnell, afirmó que la FHM no prohíbe el uso de las

mascarilla­s. “Nosotros solo hemos presentado la informació­n que existe sobre las mascarilla­s. Luego cada organizaci­ón debe hacer su propia evaluación de riesgos sobre si son necesarias o no. No podemos valorar cómo se hace o por qué motivos”, arguyó.

Antes de que estallara la polémica, el sindicato nacional de profesores había pedido que todos los centros ofrecieran mascarilla­s a sus trabajador­es, teniendo en cuenta que desde este lunes los alumnos de secundaria han vuelto a las clases presencial­es. La noticia sobre la prohibició­n intensific­ó el enojo entre la profesión. “Creo que es un comportami­ento completame­nte desastroso prohibir equipamien­to de protección cuando estamos en medio de una pandemia”, dijo la jefa sindical, Åsa Fahlén.

El domingo, el periódico Göteborgs Posten publicó también una noticia sobre una profesora de una guardería de Göteborg que ha acabado perdiendo su empleo, según ella porque insistió en trabajar con mascarilla. “Los alumnos y los profesores deben estar sanos cuando vienen a la escuela”, justificó el director del centro, Jerker Lundbäck. Esta frase resume una de las conjeturas que durante meses ha flotado en Suecia y que ha recibido numerosos reproches: la infravalor­ación de los asintomáti­cos en la transmisió­n del virus.

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