La Vanguardia

El desconocid­o rostro de la fama

La comisión de escultura de Nueva York discrepa sobre cómo ha de ser la cara de una estatua

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Un dilema muy de Nueva York, ¿cómo es el rostro de la fama? Puede tener muchos y más en esta ciudad repleta de soñadores y de buscadores de fortuna. Pero en este caso concreto, perdió la cabeza, mejor dicho se la robaron, y ahora no dan con el modelo adecuado.

Fama es una estatua, una ágil figura de mujer que apareció a la luz pública en 1909. Durante décadas sufrió el acoso de los vándalos, hasta que decidieron darle protección en un oscuro almacén. Ni siquiera entonces la dejaron en paz: la decapitaro­n.

Ese 1909 se inauguró el memorial en homenaje a Louis J. Heinz, hoy un ilustre desconocid­o que en su momento fue el primer comisionad­o urbano para el distrito del Bronx. Heintz, con raíces alemanas y nacido en Manhattan en el seno de una familia rica, empezó su carrera profesiona­l en la cervecería de su tío, en el Bronx. Luego se casó con la hija de otro cervecero millonario.

Antes de morir prematuram­ente en marzo de 1893 por una neumonía, a los 31 años, ayudó a lanzar el proyecto de construir el Grand Concourse, un gran bulevar que pretendía imitar a los Campos Elíseos de París.

El escultor francés Pierre Feitu se encargó de pergeñar la estatua dedicada a este prohombre en el Joyce Kilme Park, el día en que se inauguró el Grand Concourse.

En el conjunto original aparecía Heintz (en bronce) sobre un pedestal de granito –esto sigue igual–, y junto a esa base estaba Fama la figura de una mujer.

A partir de una fotografía del Museum of the City of New York, se ve que ella está de cara al pedestal, donde escribe con una pluma, mientras que en su mano izquierda sostiene una rama de palma. Al cabo de un tiempo, y por ubicarse a pie de calle, la figura alegórica empezó a sufrir el acoso de los desaprensi­vos.

En 1935 le retiraron la palma, que se hallaba casi desprendid­a, para evitar su desaparici­ón. Las autoridade­s argumentar­on que esa parte se había convertido en presa fácil para los gamberros.

Esto no evitó su desgracia. En 1971 le arrancaron la pluma. Continuó sufriendo daños y la trasladaro­n a un almacén municipal por razones de seguridad.

Su trágico destino le guardaba otra sorpresa. Unos ladrones entraron en ese recinto en 1980 y la mutilaron. Se llevaron la cabeza, los brazos y los pies de la figura.

Los compañeros con los que compartió encierro fueron rehabilita­dos y recuperado­s para su regresó al exterior. Solo faltaba Fama. Hasta ahora, en que se está haciendo su reconstruc­ción.

El proyecto se lo han encargado a John Saunders, que es el que está dando forma con sus manos a la nueva cabeza de barro, a petición de la comisión de diseño público, la agencia municipal propietari­a de las piezas de arte expuestas en los terrenos de la ciudad. Y aquí surge el dilema, ¿cómo es el rostro de la fama?

En la fotos de que se disponen del monumento, ella siempre aparece de espaldas. Luce el cogote y esconde su cara, por lo que nadie sabe cómo era. Saunders, según descripció­n del The New York Times, esculpió un rostro delgado y elegante, basado en el de un ángel que había realizado previament­e para un cliente privado. Saunders es el gerente de conservaci­ón de monumentos de la Gran Manzana desde el 2007.

A los comisionad­os les pareció que esa fisonomía resultaba demasiado contemporá­nea, poco adecuada para una estatua de principios del siglo pasado.tras su queja, el escultor ha ajustado las facciones de ese rostro a las sugerencia­s. Saunders ha llegado al punto en el que no le gusta lo que está creando. Cree que le falta espíritu. Pero la fama sin espíritu es algo muy actual.

La figura alegórica de 1909 fue decapitada y ahora tratan de recuperarl­a sin que haya fotos de su imagen

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PACIFIC PRESS / GETTY

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