La Vanguardia

Un (segundo) caballero

- Isabel Gómez Melenchón

Analizados los conjuntos violeta de las damas presidenci­ales, hemos dado con un filón a juego: el segundo caballero. Cuál novela del medievo, que el título ya lo tiene y suena a Roncesvall­es distrito de Washington, apuesto a sus cincuenta y muchos, o es que a medida que nos hacemos mayores nos consolamos con lo que nos toca, decimos, el elegante abogado renuncia a su toga y su caballo para que la dama Harris se haga con el reino cabalgando sobre el suyo.

Qué majo.

Doug Emhoff, Doug Emhoff, Doug Emhoff, lo repito varias veces, no para que a la tercera se me aparezca en casa, sino para asegurarme de que lo escribo bien. Un dechado de virtudes que tiene su lugar en el mundo de la política como primer segundo caballero de Estados Unidos. El sueño de cualquier comunicado­r político: culto, con sentido del humor, bien armado (intelectua­lmente) y dispuesto a pasar a un segundo plano para que la vicepresid­enta se dedique a lo suyo y a apoyarla en todo. Es tan bonito que tengo que pellizcarm­e dos veces para ver si me he dormido y han aparecido ya los títulos de crédito de la película, espero que al menos deje tirados los calcetines junto al cesto de la ropa sucia.

Dos cosas: primero, que si sigue siendo noticia que alguien apoye a su pareja, persona, animal o cosa, es que el pequeño paso en la luna de la igualdad sigue siendo pequeño para la humanidad, y segundo: ¿por qué tiene alguien que dedicarse a ser pareja de cuando nadie lo ha elegido para nada? Estamos de acuerdo en que no es el momento para que los líderes se pongan a plantar tomates orgánicos, pues que contraten a un jardinero, que lo hará mejor y lo que se ahorran en fotógrafos.

Tan perfectos y tan modernos y tan tan que parecen una campana reconstitu­ida, porque encima se llevan tan bien con la ex de él que la invitan a la toma de posesión. Una, que ha acabado sus historias lo peor que ha podido, no los mira con envidia, sino con incredulid­ad. En Roncesvall­es distrito Washington andan tan enloquecid­os con él como con ella. Ya veremos quién acaba triunfando.

Doug Emhoff, repito tres veces a ver si se me aparece en casa

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