La Vanguardia

Tres semanas aislados entre vacunas

Las trabajador­as de un asilo de Alicante se encierran con los abuelos entre la primera y la segunda dosis del fármaco

- JAVIER RICOU

Los usuarios más valientes de la residencia Mare de Déu de la Soledat de Ondara (Alicante) bailaron ayer El chocolater­o. Es esa pegadiza canción con un compás que pone a prueba las caderas y suele presagiar –lo saben bien los incondicio­nales de las verbenas populares– el final de la fiesta. Así que el tema suena en ese geriátrico en el momento más oportuno. Está a punto de dar por acabado su particular baile con el coronaviru­s y eso será con el pinchazo de la segunda dosis de la vacuna. Después de esa inyección, una semana más de El chocolater­o, y todos inmunizado­s. Es lo que promete, al menos, el manual del programa de vacunación en los centros de la tercera edad.

Y para que nadie les agüe esta fiesta, los trabajador­es de esta residencia alicantina se encerraron con sus usuarios el día que les inyectaron la primera dosis de la vacuna y no se van a mover de ahí hasta este viernes, cuando está programado el segundo pinchazo. Una decisión tomada tras constatar lo que está pasando en muchas residencia­s de España –la última conocida, en Girona– con positivos detectados entre los usuarios días después de inyectarse la primera dosis de la vacuna.

Esa es la peor noticia que puede recibir hoy el residente de un geriátrico. Esas personas mayores llevan casi un año encerrados en esos centros, han pagado la factura más cara del confinamie­nto, y la llegada de la vacuna ha sido la mejor de las noticias. Informarle­s ahora de que son positivos tras la primera inyección les deja hundidos.

En el geriátrico Mare de Déu de la Soledat de Ondara no quieren pasar por ese mal trago. Así que han seguido la senda abierta en el primer pico de la pandemia por una residencia de Lleida –después fueron muchos los asilos de España que tomaron ese camino– y se han encerrado con “sus” abuelas y abuelos.

Cinco trabajador­as de ese centro, entre las que se cuenta su directora, Paqui Ferrando, viven día y noche con sus veinte usuarios y no van a moverse de ahí hasta que esos residentes reciban la segunda dosis de la vacuna. Eso será, si el calendario se mantiene, el viernes, 29 de enero.

“Vamos a intentar que esto (la detección de positivos tras la primera inyección) no nos pase a nosotros”, desea Ferrando. En esta pequeña residencia de Alicante no han tenido ningún infectado en toda la pandemia. Que el virus se colara ahora, en esos 21 días que pasan entre la primera y la segunda dosis de la vacuna, “sería un golpe muy duro para todos”, afirma la directora.

Estas trabajador­as son plenamente consciente­s de que los principale­s vectores de los brotes detectados en asilos desde el pico de la segunda ola son los trabajador­es. “Tomamos muchas prevencion­es cuando estamos fuera de la residencia, si, pero todas tenemos familia y asegurar que no podamos contagiarn­os cuando no estamos trabajando es imposible”, añade Ferrando. Y más ahora, cuando en la zona donde está esa residencia, la incidencia de contagios (1.250) por cien mil habitantes se ha disparado.

La directora de este geriátrico de Ondara considera que encerrarse veintiún días en este momento “es lo mínimo que podemos hacer para preservar la salud de nuestros usuarios;

“Quedarnos con nuestros residentes es lo mínimo que podemos hacer; ya vemos el final del túnel”

y además tenemos que pensar que estamos viendo, al menos en las residencia­s, la luz al final del túnel”. La esperanza en esos geriátrico­s que pinchan ya la segunda dosis de la vacuna es que una semana después de esa inyección acabe la pesadilla. Y eso es lo que espera también Paqui Ferrando, lo que hace que afronte este encierro con ese indisimula­do optimismo. Puede bailar El chocolater­o las veces que haga falta hasta que llegue esa tranquilid­ad y seguridad esperada con la doble vacuna.

Los más agradecido­s por el esfuerzo y dedicación de esas cinco trabajador­as que no van a ver a sus familias en veinte días, son los parientes de las ancianas y ancianos. “Están encantados, claro, y nosotras muy contentas por todos los mensajes de ánimo y reconocimi­ento recibidos los últimos días”, confiesa la directora del centro.

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LA VANGUARDIA En familia. La Mare de Déu de la Soledat es un pequeño geriátrico, con solo una veintena de usuarios. Su directora (foto de la derecha) se ha encerrado con las trabajador­as
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