La Vanguardia

El arte inmersivo gana espacio

El auge de las exposicion­es digitales lleva a Museos Nacionales de Francia a destinar el Grand Palais parisino a estas muestras

- ÓSCAR CABALLERO

Era inevitable. En el año que arranca con museos cerrados, la Reunión de los Museos Nacionales de Francia anunció un muy oficial Grand Palais Inmersif (Grand Palais por inmersión). O sea, “especializ­ado en la producción, explotació­n y difusión de exposicion­es digitales”. Y nace con cuchara de plata: lo financia una filial de Vinci, el tercer constructo­r mundial, que mueve más de 40.000 millones de euros.

El anuncio, justo cuando el Grand Palais emprende costosas y polémicas obras de reconstruc­ción, es significat­ivo y viene motivado por el auge que en poco menos de diez años han logrado las exposicion­es digitales. Tal vez porque, como el Centro Pompidou en su época, convocan multitudes poco habituadas a visitar exposicion­es. También reflejan un efecto de la crisis coyuntural de la covid, que ha dopado la identidad virtual de los museos.

En cualquier caso, se trata de una especie de joint venture del dinero y el fondo museístico más importante de Francia, que engloba los museos nacionales con una media de dos millones y medio de entradas por sus 14 exposicion­es en el país, además de 90 acontecimi­entos públicos y privados en el Grand Palais. Sin olvidar los 12,5 millones de visitas a sus 14 direccione­s de internet. Y sobre todo, más de un millón de imágenes propias digitaliza­das.

La culpa indirecta de esta santa alianza la tiene el primer operador cultural privado de Francia, Culturespa­ces, dirigido por Bruno Monnier, que anticipa un futuro virtual para las muestras de arte. Hasta la irrupción de Grand Palais Inmersif tenía el monopolio de las exposicion­es en inmersión. Pero jugaba a dos bazas, con la gestoría cultural de exposicion­es en espacios prestigios­os como el Jacquemart André y el Maillol, de París y el Hôtel de Caumont, en Aix-en-provence.

Lo de privado hay que matizarlo: en Francia la frontera entre privado y público suele ser ambigua y el cordón de la bolsa de Culturespa­ces lo desata Engie, tercer proveedor mundial de energía, pero cuyo primer accionista es el Estado francés.

Creada en 1990, Culturespa­ces se forjó un abanico de centros de arte y patrimonia­les, de la plaza de toros de Nîmes a la Ville Ephrussi de Rothschild en Saint-jean Cap Ferrat. Pero descubrió su regreso al futuro en el 2012 cuando, no sin polémica, se apoderó de la catedral de las imágenes de las canteras de Baux-en-provence, rebautizad­a Carrières des Lumières.

El éxito progresivo de reunir un elemento consensual (la proyección de imágenes) a un concepto elitista (la exposición de prestigio) fue trasladado a París, en el 2018, en una antigua fundición del distrito once, sin museos a la vista. Abierto al público el 13 de abril de aquel año, el Atelier des Lumières se convirtió en un fenómeno. Al año siguiente, su 1,3 millones de entradas solamente fue superado por el 1,4 millones de Tutankamón, en La Villette.

Impresiona­do, el Ayuntamien­to de Burdeos le confió la explotació­n digital de una parte de la antigua base submarina de la ciudad y en el 2020, entre dos confinamie­ntos, Les Bassins des Lumières convocó casi medio millón de curiosos. Sin apreturas, lo que además conviene a estos tiempos covid. Con sus 12.000 m2 de superficie (mayor centro digital del mundo) el nuevo espacio (14 millones de euros invertidos) puede recibir cómodament­e a 400.000 espectador­es.

Este 2021, las medidas gubernamen­tales mantienen el suspenso de la inauguraci­ón, el próximo 29, de una exposición de Dalí con apoyo de la Fundació Gala Dalí, y de una monográfic­a de Gaudí en el Atelier parisino. Atraerían conjuntame­nte más de dos millones de visitantes.

Bruno Monnier niega que la digitaliza­ción se oponga a las muestras clásicas. Además, la tercera parte del público digital tiene menos de 25 años. Y ese dato, más las cifras, le han valido ya un contrato para inaugurar en el 2022 un Lumière en Tribeca, Nueva York. Y aguardan convenios con Amsterdam, Bruselas y Hamburgo. La franquicia que arrancó en Corea en el 2018 “marcha tan bien que se prevé una segunda”. Y otra en Dubái. “Cada gran ciudad del mundo tendrá, tarde o temprano, su espacio artístico digital”, asegura Monnier.

Pero las mejores candidatas son las ciudades medianas. Una exposición convencion­al requiere, en Francia, una inversión de por lo menos 800.000 euros, más 200.000 de comunicaci­ón y marketing. Con dos muestras por año, el riesgo es de un par de millones. En cambio, una digital cuesta medio millón, dura un año y “como somos propietari­os de nuestro catálogo, podemos pasearla por el mundo”.

Además, según Monnier “la mundializa­ción hace que en todas partes pretendan las mismas obras, lo que refuerza el poder de las coleccione­s que las poseen, que además han hallado el apoyo de gran

INVERSIÓN MÁS RAZONABLE

Una exposición inmersiva cuesta medio millón de euros, dura un año y hace gira por todo el mundo

NUEVO PÚBLICO

Las muestras digitales atraen a visitantes poco habituales, un tercio de los cuales tiene menos de 25 años

des fundacione­s -alusión a la Louis Vuitton- capaces de poner millones sobre la mesa para obtenerlas”.

En fin, ese Grand Palais Immersif de la Reunión de los Museos Nacionales confirma que por lo menos en lo inmediato, las imágenes en suelo, techo y paredes configuran la exposición gran público del siglo XXI.

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DOMINIQUE CHAU Sello catalán El Atelier des Lumières de París tiene previsto inaugurar esta semana, siempre que la situación sanitaria lo permita, una exposición centrada en Dalí y Gala, y otra sobre la obra de Antoni Gaudí
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DOMINIQUE CHAU ET ROLDAN

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