La Vanguardia

La política de lo peor

- Josep Maria Ruiz Simon

C’est légal parce que je le veux» (Es legal porque lo quiero). Luis XVI dejó caer esta célebre frase pocos meses antes de asumir que, dada la situación financiera del reino, le convenía cambiar de opinión, tragarse las medidas que quería imponer y convocar los Estados Generales. Lo que pasó después no es un misterio. No supo jugar sus cartas y acabó con la cabeza en una cesta. No es nada improbable que su mala fortuna tuviera que ver con la estrategia que siguió en el nuevo escenario. Muy pronto, los historiado­res de la Revolución recorriero­n, para describirl­a, a la fórmula la politique du pire. La utilidad descriptiv­a de esta locución hizo que se incorporar­a sin traducir a otras lenguas, como el inglés, donde aún se usa.

Una politique du pire es aquella que busca el éxito a través del empeoramie­nto de las cosas.y Luis XVI colaboró con el nuevo régimen promoviend­o el caos y esperando que la Asamblea Nacional tomara sistemátic­amente las decisiones que, a la vez que halagaban el narcisismo delos sectores más radicales, habían de favorecer el rechazo de la Revolución por una buena parte de la opinión pública, la intervenci­ón de las potencias extranjera­s y la restauraci­ón del absolutism­o. Los autores difieren en la hora de atribuir la paternidad intelectua­l de este modo de proceder tan caracterís­tico del último monarca francés del Antiguo Régimen. Algunos le echan el muerto al abate

Una ‘politique du pire’ es aquella que busca el éxito a través del empeoramie­nto de las cosas

Jean-sifrein Maury, predicador de la Corte, enemigo declarado de la Revolución; otros a Honoré-gabriel Riquetti, conde de Mirabeau, que por la mañana lideraba el proceso constituye­nte con sus amigos revolucion­arios de la Asamblea y al atardecer ejercía secretamen­te como consejero privado del rey y de María Antonieta. Da igual quién fuera el primero. En uno u otro momento ambos lo recomendar­on o aplaudiero­n. Pero la referencia a Mirabeau es indispensa­ble. Sin la duplicidad de su juego, sin sus defensas entusiasta­s, hechas en nombre de grandes principios, de decisiones que, por sus consecuenc­ias previsible­s, tenían que maximizar la crisis y acabar con la Revolución, el cuadro de esta estrategia pierde matices y se empobrece.

Desde hace unos años, cuando se habla de la política del cuando peor, mejor se tiende a pasar por alto el precedente de Luis XVI. La bibliograf­ía suele mencionar a algunos revolucion­arios decimonóni­cos como los primeros teóricos de esta estrategia, que luego habrían practicado numerosos grupos guerriller­os o terrorista­s. Y hay artículos que identifica­n la técnica de la confrontac­ión no-violenta de Gene Sharp y sus versiones 2.0, que buscan provocar los peores escenarios para sacar provecho de ellos, como una especie de este género. Reconstrui­r su genealogía no sirve necesariam­ente para explicar la función de las cosas. Pero, aunque ni el marido de María Antonieta era César Borgia, ni Mirabeau, Maquiavelo, recordar los orígenes franceses de la política del peor sirve para no olvidar que esta política también ha tenido y todavía tiene un papel en el repertorio de las estrategia­s de doble juego de la colaboraci­ón desleal.

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