La Vanguardia

Gobierno Ursula

- Enric Juliana

Es interesant­e seguir la crisis italiana. Estimula la gimnasia mental, puesto que el enredo que tienen montado en Roma desborda todos los tópicos sobre la política nuestro vecino país, tan querido por quien estas líneas escribe.

Además de estimular las neuronas, las aventuras y desventura­s del primer ministro Giuseppe Conte nos pueden ayudar a relativiza­r los ásperos embrollos de la política española y la torva campaña electoral que está a punto de comenzar en Catalunya. Y aunque no lo parezca, los acontecimi­entos de Italia nos pueden ofrecer una clarificad­ora perspectiv­a. Lo escribo totalmente en serio: dentro de esa enredada madeja hay perspectiv­a. Ahí se va escribir un capítulo de la política europea.

Tres son las claves del enredo romano. La lucha por el control estratégic­o de los 209.000 millones de euros que va a recibir Italia del fondo europeo de recuperaci­ón. La futura elección de un nuevo presidente de la República, pieza clave en la arquitectu­ra institucio­nal italiana, a finales de enero del 2022. La tercera clave, que conecta con la primera, es el temor en los puentes de mando de Bruselas de que una Italia ingobernab­le acabe en manos de la derecha populista y antieurope­a, en medio de una gran crisis social. Romano Prodi ayer lo resumía así en el diario La Repubblica: “Europa tiene miedo de Italia”.

Podríamos añadir un cuarto factor: Estados Unidos. El hábil Conte, ayer “abogado del pueblo”, hoy sutil negociador de la escuela democristi­ana, se salvó de la acometida de Matteo Salvini en verano del 2019, gracias al apoyo de Donald Trump, puesto que el poderoso secretario de Estado Mike Pompeo no perdonó que el impetuoso líder de la Liga, su hombre en Italia, hubiese pedido ayuda económica a Moscú para poder forzar elecciones y ganarlas. Rusia siempre ha tenido interés por Italia. Y ahora lo tiene China.

Iniciada la pandemia, el propio Conte pidió ayuda sanitaria a Moscú y Vladímir Putin envió un convoy militar especializ­ado en desintoxic­ación bacterioló­gica. Abril del 2020. Una columna de camiones militares rusos cruzó Italia y en el cuartel general de la OTAN se alarmaron.

Los fondos europeos en juego. Recelos en Estados Unidos y temores en Bruselas y Berlín. Escasa amistad en

La crisis italiana realza el europeísmo del Gobierno de España pero también envía una advertenci­a

París. Este es el cuadro. Y en el interior de este cuadro se habla en Roma de la formación de un Gobierno Ursula, un ejecutivo de amplia base parlamenta­ria, casi de unidad nacional, formado por todos los partidos italianos que votaron a Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea, es decir, todos menos los populistas y la extrema derecha. Si Conte no lograse reunir los suficiente­s apoyos, podría surgir ese Gobierno Ursula. Ahora puede entenderse mejor la puñalada de Matteo Renzi al primer ministro. Cuando gobernaba, Renzi contó siempre con el favor de Barack Obama y del vicepresid­ente Joe Biden.

La crisis política italiana realza el europeísmo del Gobierno español y en cierta medida le protege. En Bruselas no desearían tener dos problemas serios a la vez en el sur de Europa, pero ojo a la señal que aparece en el radar: cuando las cosas se complican, Gobierno Ursula.

Después de lo del Capitolio, se están ajustando piezas.

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