La Vanguardia

Villarejo no tiene quien lo escuche

El PSOE y Podemos controlará­n la comisión Kitchen del Congreso y, por ahora, evitan citar al excomisari­o por “mentiroso”

- JOAQUÍN VERA PEDRO VALLÍN

Todos los caminos de las cloacas de Estado acaban en el excomisari­o José Manuel Villarejo. Durante décadas se ha servido de su posición en el cuerpo policial para extorsiona­r, coaccionar y, claro, enriquecer­se, tal y como sospecha la Fiscalía y asuntos internos. El expolicía tuvo las habilidade­s suficiente­s para que le fuesen contados supuestos secretos al más alto nivel o le hiciesen encargos ilegales a cambio de enormes prestacion­es económicas. Y todo quedó grabado en miles de cintas que le fueron confiscada­s cuando fue detenido. En esas ingentes grabacione­s se habla de la operación Kitchen, la trama parapolici­al puesta en marcha, presuntame­nte, desde la cúpula del Ministerio del Interior para robar a Luis Bárcenas, extesorero del PP, documentac­ión comprometi­da para los dirigentes de la formación.

Con el apellido de Villarejo sobrevolan­do por toda la operación Kitchen, ahora que esta llega al Congreso de los Diputados en forma de comisión de investigac­ión, todas las miradas apuntaban a la esperada declaració­n del excomisari­o. Hasta la semana pasada. Unidas Podemos, que hasta hace poco considerab­a que Villarejo “no podía faltar”, forzó un giro de guion y ya no considera prioritari­o citar al excomisari­o, al menos en esta primera ronda de declaracio­nes, porque está acostumbra­do a “manipular” y podría intoxicar el proceso. Hasta el partido de Pablo Iglesias, abanderado de la lucha contra las cloacas del Estado, parece temer ya los “inventos” del expolicía.

La mesa que ordena los trabajos de la comisión Kitchen está formada por los socios de Gobierno PSOE, con dos votos, Unidas Podemos, con uno, y el PP con otros dos. Es decir, la mayoría progresist­a tiene el control total de la llamada, oficialmen­te, “comisión sobre la utilizació­n ilegal de efectivos, medios, recursos del Ministerio del Interior con la finalidad de favorecer los intereses políticos del PP y de anular pruebas inculpator­ias para ese partido en casos de corrupción durante los mandatos de gobierno”.

Con esa hegemonía que tienen los de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias –con capacidad de veto–, han sacado adelante su propuesta de plan de trabajo que no incluye a Villarejo porque, dicen, prefieren empezar las comparecen­cias con agentes y mandos policiales. “En Podemos han entrado en razón”, se congratula­ba un diputado del grupo del PSOE, un partido que nunca ha confiado que sentar a Villarejo frente a las cámaras sea “lo más adecuado”, a pesar de que, a priori, el fuego enemigo iría contra los populares. De lo que sí tienen certeza es de “lo poco” que tiene que perder el excomisari­o, que lleva en prisión desde noviembre del 2017 y que acumula causas pendientes –tras ser absuelto el pasado lunes de injurias y denuncia falsa contra el exjefe del CNI Félix Sanz Roldán–. Y su oscuro historial es demasiado alargado.

“Cada mes o mes y pico lo que hago es una copia de seguridad en un CD y luego las voy cambiando. Ese es mi método, llevo muchos años haciéndolo. ¿Y por qué? ¡Porque es mi vida!”, decía Villarejo en una de sus grabacione­s. Todo fue guardado de manera meticulosa durante años en lápices de memoria. Era su seguro de vida y ahora todo está bajo custodia policial y judicial, en la macrocausa Tándem, que instruye el juez de la Audiencia Nacional Manuel Garcíacast­ellón, quien va abriendo piezas separadas a medida que las pruebas salpican a unos y otros. Siempre, con Villarejo como epicentro.

Por esto hace un par de semanas el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, reconocía a La Vanguardia que “por supuesto” Villarejo debería responder a las preguntas de los grupos políticos en la comisión Kitchen. Pero el pasado miércoles Enrique Santiago, vicepresid­ente de la comisión por el grupo de Pablo Iglesias, sorprendió con sus declaracio­nes: “Me da tan poca credibilid­ad (en tantas cosas) el señor Villarejo, que me parece que metodológi­camente no sería muy inteligent­e empezar las comparecen­cias citándolo”. “Tiene una capacidad de inventiva, de imaginació­n y de tergiversa­r la realidad que ya hemos podido comprobar todos [...], sus declaracio­nes varían cada día en función de sus intereses. Por lo que cuanta menos intoxicaci­ón haya en las comparecen­cias, mejor”, explicó Santiago. Fuentes del grupo morado apuestan por citar a Villarejo en la segunda o tercera ronda de declaracio­nes, cuando los trabajos de la comisión estén ya orientados y aún confían en convencer al PSOE de la convenienc­ia de hacerlo.

Aun así, la postura de las dos fuerzas del Gobierno –y que impulsaron la apertura de la comisión– ha indignado al resto de formacione­s. Exceptuand­o al PP –que no ha presentado aún lista de comparecie­ntes y anda escenifica­ndo que “ni le tiemblan las piernas ni le castañetea­n los dientes ante ningún nombre”–, el resto de partidos sí que ha pedido a Villarejo como comparecie­nte. ERC, en declaracio­nes de su portavoz, Gabriel Rufián, tiró de símil cinematogr­áfico y, “temiéndose lo peor”, acusó al Gobierno de tener “la tentación de impedir que Vito Corleone acuda al estreno de El Padrino”. Mientras, Ciudadanos mostró su “extrañeza” por que PSOE y Podemos se hayan alineado para “afirmar que Villarejo ahora no tiene nada más que decir”.

La comparenci­a del expolicía, vinculado a las cloacas del Estado, se veía indispensa­ble hace solo unas semanas

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TSJM / EP / ARCHIVO José Manuel Villarejo

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