La Vanguardia

La política del todo vale

- Màrius Carol

Javier Melero, con su fina ironía, comparaba la pose circunspec­ta de Salvador Illa con la del gerente de una funeraria de postín, ayer en este diario. Pero añadía que un caballero que no vocifera, mantiene las maneras y no hace declaracio­nes altisonant­es ya tiene mucho ganado como candidato a presidir la Generalita­t. No deja de ser curioso que la educación, las formas amables y el respeto al adversario que ha esgrimido Illa durante el año que ha estado al frente del Ministerio de Sanidad le hayan convertido en un político con futuro, a pesar de haberse tropezado desde el primer día con uno de los mayores problemas que ha tenido que afrontar la humanidad en el último siglo.

El parlamenta­rismo español no vive sus mejores días, sobre todo porque entre los redactores de los argumentar­ios de los partidos figuran mentes que no siempre merecen la considerac­ión de tales. Pero segurament­e estamos asistiendo a una saturación de frases ingeniosas, más propias de Twitter que del Diario de sesiones .A menudo, los ataques son desconside­rados

La tribuna del Congreso merecería

más nivel y menos zafiedad

y barriobaje­ros, por no calificarl­os directamen­te de injustos. La memoria está desprestig­iada, pero debería, por ejemplo, hacer sonrojar a quienes piden desde la oposición adelantar el toque de queda, al recordarle­s sus críticas a los socialista­s cuando estos pretendían alargar el estado de alarma.

Las Cortes recordarán a Illa por haber agradecido a sus rivales políticos sus reproches, porque estaba convencido de su dedicación y de sus ganas de colaborar. A nadie le pareció un sarcasmo, precisamen­te por este porte del que hablaba Melero y por esa voluntad de no ofender que ha presidido sus intervenci­ones. De todas maneras, fue dura su despedida en el Congreso –no hay que olvidar que la campaña catalana se ha iniciado aunque no haya comenzado–, donde el diputado del PP José Ignacio Echániz le cubrió de descalific­aciones, sin que el personaje acumule mayores méritos políticos que su lengua desbravada. Pero eso forma parte del juego parlamenta­rio, en un país con más duros fajadores que finos estilistas.

Si alguien golpeó con una herradura en el guante fue la diputada de ERC Carolina Telechea, que llegó a acusar al ministro Illa de discrimina­r a Catalunya en el reparto de vacunas, lo que no es cierto, y de importarle más los votos que las vidas, lo que resulta una canallada. En política no vale todo. La tribuna del Congreso merecería más nivel y menos zafiedad.

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