La Vanguardia

Escribir la historia

- Fernando Ónega

Cada vez que abro cualquier periódico, encuentro un artículo que pide la construcci­ón de una narrativa o que denuncia la existente. ¿Sobre qué? Da igual. La narrativa es un supermerca­do donde se vende de todo. Si el vendedor es un miembro del Gobierno, trata de venderte la de las pensiones o la lucha contra el coronaviru­s. Si es independen­tista catalán, naturalmen­te dispone de su narrativa del procés .Si es españolist­a, presume de la tesis contraria en el muestrario. Los vascos y el Estado llevan años peleando por colocar su relato del terrorismo. Y ahora Pablo Iglesias sacó sin querer la narrativa del exilio, como antes sacó la del pacto constituci­onal. Incluso las comisiones parlamenta­rias de investigac­ión son una forma de construir narrativas contra alguien.

Ha dejado de ser cierto que en España el que resiste gana. Ahora el que gana es el que consigue colocar la mejor narración. De ella dependen honores, reconocimi­entos, vituperios, condenas y algo muy superior: la verdad que pasará a la historia. En algunos casos se va con retraso: todavía estamos en la construcci­ón del relato de la violencia franquista, que es la base para que Carmen Calvo haga justicia retrospect­iva con la Memoria Democrátic­a. En otros, el relato se centra en la actualidad, para que alguien, en el poder o la oposición, se maquille y tenga el mejor aspecto para ganar, por ejemplo, unas elecciones. En Catalunya se verán muchos ejemplos estas semanas. Y no faltan los relatos futuristas o de proyección de futuro que justifican comportami­entos presentes.

La lucha por la narrativa es apasionada y a veces feroz, sobre todo en tiempos de fake news, dificultad­es de digestión de la sobrecarga informativ­a que soportamos y agobiante presión de los partidos para hacer triunfar su versión de los hechos. Todos los líderes quieren ser como Churchill y poder decir como él que no les preocupa cómo les juzgará la historia, porque ellos la piensan escribir. En el fondo, la intentan escribir todos los días con sus declaracio­nes, discursos y gabinetes de influencia. Yo lo único que digo es: si hay tantos esfuerzos por construir un relato sobre asuntos trascenden­tes, es porque se busca el relato que conviene a quien lo pide o lo paga. Si es un relato interesado, tiene que ser por fuerza parcial. Si es parcial, es que intenta consolidar una verdad, no la verdad. Y al final, la que quedará es la versión de quien tiene más poder. Es decir, como siempre, pero con más dinero y medios de difusión. Vamos a peor.

Ahora el que gana es el que consigue colocar la mejor narración

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