La Vanguardia

El lamento de una anciana en una residencia: “¿Por qué nos castigáis?”

- DOMINGO MARCHENA

Encerrados, aislados, abandonado­s... Así se sienten muchos usuarios de las residencia­s de mayores, según la plataforma Els Estels Silenciats, que nació en agosto y ya agrupa a más de 2.100 familiares de residentes. Se han unido para apoyarse mutuamente y denunciar la vulneració­n de derechos del colectivo. Una de las impulsoras es Lola Muñoz Vilaseca. “La desgracia une”, dice.

La madre de Lola, Anna Vilaseca, tiene 86 años y alzheimer. Vive en una residencia de Manlleu, donde ha estado dos meses y medio confinada en una habitación. Si eso ya es complicado para cualquiera, mucho más para alguien con su desgaste cognitivo. La enfermedad, sin embargo, no le impide darse cuenta de su enclaustra­miento. “¿Qué hemos hecho para que nos castiguen así?”.

Eso dijo un día, según su compañera de habitación. Los portavoces de Els Estels Silenciats explican historias parecidas. Dolors Gonzalo perdió a su madre, Montserrat Puig, de 88 años, el 9 de diciembre. “La mató la tristeza, la soledad”. Contrajo la covid, pero la superó. “En el hospital nos dejaron visitarla, pero no en la residencia, cuando recibió el alta. Ahora sus antiguos compañeros vuelven a estar confinados.

La plataforma subraya que sus denuncias no se dirigen contra los auxiliares de las residencia­s. Conocen innumerabl­es casos de profesiona­les que merecen un monumento por su dedicación. Pero sus sueldos, denuncian, revelan “en qué lugar tiene esta sociedad a los ancianos”. Una trabajador­a o un trabajador de un hospital con la misma categoría que un auxiliar de residencia “puede cobrar 400 euros más al mes”.

“Nuestras denuncias se dirigen contra la dirección de los centros, que han vulnerado los derechos de nuestros mayores, y contra la Administra­ción, que regula, pero no controla, que administra, pero no supervisa. Que mira para otro lado, en definitiva”. El entrecomil­lado es de Victor Echaniz, que insiste en que los familiares se sienten tan indefensos como los propios residentes. “Por eso hemos decidido unirnos”.

La mayoría de los integrante­s de Els Estels Silenciats pensaban que su caso era único, que la percepción de la injusticia que sufrían sus familiares, privados del calor humano y de los abrazos en la etapa de su vida en que más los necesitaba­n, no era compartida. La plataforma les ha permitido comprobar que “no son casos aislados”. La plataforma y un informe demoledor de Amnistía Internacio­nal sobre las residencia­s.

Victor Echaniz habla por su abuela, Cecília Camprubí, de 95 años, que está en una residencia de Palau-solità i Plegamans. “Yo tengo 42 años y mi madre, 73. Si ella tuviera que hacer todas las gestiones que yo trato de hacer para mejorar la vida de mi abuela, se volvería loca. Y hay muchas familias así. Hijos ya mayores que no pueden estar tan pendientes como querrían de sus padres o madres.

“La pandemia de la covid ha destapado los problemas que muchos no querían ver”, dice Mireia Ros, que sacó a su madre, Pepi, de 93 años de una residencia del Eixample. La tiene aún en su casa, aunque la tendrá que volver a ingresar si no quiere perder la plaza. Una carta publicada en La Vanguardia por Mireia, actriz y cineasta, conmovió a muchísimos lectores. Su título: “La mare, cinc mesos en una habitació”.

Els Estels Silenciats es una plataforma que denuncia la vulneració­n de derechos en las residencia­s de mayores

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