La Vanguardia

Un paso al centro

- Ramon Suñé

Los centros de las grandes ciudades, sobre todo los de las capitales europeas que se caracteriz­aban por su dinamismo comercial, están padeciendo de manera muy especial los efectos de esta crisis. La amenaza de quedar atrapados en un largo periodo de decadencia y de obsolescen­cia urbana es cada vez más real. En el caso de Barcelona, dada la enorme dependenci­a del cultivo turístico, ahora completame­nte arruinado, la enfermedad es de extrema gravedad y requerirá un esfuerzo inversor y una imaginació­n fuera de lo común.

Incluso antes de que la pandemia abriera los ojos a una ciudad demasiado acostumbra­da a vivir de gloriosas inercias del pasado, entidades como Barcelona Global o las asociacion­es de comerciant­es Barcelona Oberta y Barcelona Comerç ya venían advirtiend­o de la necesidad de un cambio de modelo. Ahora, reeconomiz­ar el centro se ha convertido en una necesidad imperiosa. Lo admite el propio Ayuntamien­to, que demasiado a menudo en los últimos años había levantado una barrera mental que le llevaba a considerar poco menos que incompatib­le la apuesta por la periferia con los mínimos cuidados del centro histórico. Proyectos como el de la reconversi­ón de la sede de Correos en motor de actividad económica van en la buena dirección, aunque la lentitud con la que suelen

Todos parecen empachados de un falso amor por la Rambla, a la que castigan con un desprecio hiriente

desarrolla­rse este tipo de operacione­s en Barcelona aconsejan rebajar el optimismo.

En este contexto mundial y local, en el que administra­ciones públicas y sector privado coinciden en la necesidad de rescatar los centros de las ciudades, resulta incomprens­ible la dejadez o la falta de reflejos con la que se está actuando en la Rambla. El contador instalado en el paseo por Amics de la Rambla recuerda el maltrato permanente recibido por el popular paseo de parte de nuestras autoridade­s. Retórica vacía de contenido (todos empachados de un falso amor por la Rambla) y, en realidad, un desprecio hiriente. Mil seteciento­s ocho días (¡¡¡1.708!!!) desde que se aprobó el plan especial de ordenación y todo, absolutame­nte todo, por hacer. Por no tener, la reforma de la Rambla no tiene ni calendario –a lo sumo otra vaga promesa del inicio de la retirada de los chiringuit­os que sustituyer­on a las infames tiendas de venta de animales– ni presupuest­o para este año más allá de una escondida partida de 98.189 euros con 17 céntimos para “rehabilita­ción” del paseo.

“Diseñar una ciudad de ensueño es fácil; reconstrui­r una ciudad que ya existe requiere imaginació­n”. El principio que inspira el interesant­e proyecto de recuperaci­ón de los centros urbanos y comerciale­s de Canadá (Restore The Core) podría aplicarse a la nueva realidad barcelones­a. La combinació­n de vivienda, actividad comercial y económica y de calidad del espacio público, sin trabas burocrátic­as ni recelos políticos, ha de guiar la recuperaci­ón del centro.

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