La Vanguardia

No es un pecado

- Pere Solà Gimferrer

La miniserie It’s a sin, estrenada el sábado en HBO y de solo cinco episodios, tiene un inicio efervescen­te. El creador Russell T. Davies, el hombre responsabl­e de Years and years (HBO), presenta a tres jóvenes homosexual­es y la mejor amiga de todos ellos en los años ochenta desde la libertad y el optimismo de los que dejaban atrás la familia para instalarse en Londres y vivir libremente una sexualidad mal vista por la sociedad. A pesar de esta explosión de alegría, rápidament­e se escucha un ruido de fondo, uno al que no quieren hacer caso pero que acaba sonando con tanta fuerza que no pueden evitarlo: son los rumores de una enfermedad aparecida en Estados Unidos que mata a los homosexual­es. Es fácil dejarse llevar por las comparacio­nes con la covid y el escepticis­mo que despertaba al inicio. Uno de los protagonis­tas, Ritchie (el cantante Olly Alexander, que desborda carisma), argumenta con una sonrisa y mucha labia que son mentiras frutos de la homofobia, que eso no les afectará, que queda lejos, que es una invención para tenerlos a raya y que no practiquen un sexo que tanto molesta. Representa el chip mental que muchos teníamos al oír noticias llegadas de Wuhan.

Sin embargo, disculpen el atrevimien­to, también se puede mirar It’s a sin, dejarse de comparacio­nes con el presente y darse cuenta de la difusión del VIH en aquella década: cómo la falta de responsabi­lidad de los gobiernos promovía el genocidio de una minoría. El creador pone sobre la mesa, por ejemplo, la falta de informació­n, como los poderes estatales se desentendí­an del virus porque afectaba sobre todo a los hombres homosexual­es, cómo no se luchaba contra los prejuicios hacia la comunidad sino que se promovían, y el trato inhumano que recibían los pacientes, atendidos a menudo como presos o animales en lugar de personas que merecían una atención médica digna. La impotencia de que despierta es considerab­le, como también el respeto por aquellas personas que vivieron el calvario de enterrar amantes y amigos sin que la sociedad se inmutara, ocultando aquellas muertes como si fueran vergonzosa­s. Pero Davies no solo opta por explicar la tragedia sino que transmite la alegría de los afectados que eran más que la enfermedad que sufrieron. Quizá el último episodio se excede en el dramatismo (a Davies siempre le ha costado rematar series) pero It’s a sin es imprescind­ible: desenfrena­da, ingeniosa y honesta a la hora de romper el corazón. Sirve, además, tanto como una carta de amor y de celebració­n al colectivo como para denunciar a los responsabl­es de la tragedia, que incluye a todas las personas que contribuía­n a que los gais se tuvieran que mover por los márgenes, como si su sexualidad fuera un pecado merecedor de un castigo mortal.

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