La Vanguardia

Pionera del documental italiano

CECILIA MANGINI (1927-2021) Cineasta

- PHILIPP ENGEL

Hasta que llegó Cecilia Mangini, en la posguerra, ninguna mujer italiana se había atrevido a empuñar la cámara para filmar documental­es.

A los 93 años ha fallecido la fotógrafa y cineasta Cecilia Mangini, considerad­a como la primera directora de documental­es en Italia. Aunque trabajó con menos intensidad a partir de los años setenta, todavía seguía en activo, como demuestra el largo Due scatole dimenticat­e, estrenado en la pasada edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Codirigida por Paolo Pisanelli, la película es un montaje de 58 minutos realizado a partir de los negativos, perdidos durante años y felizmente reencontra­dos en unas cajas de zapatos, de un reportaje que Mangini tenía que haber realizado, junto al que fuera su marido, Lino del Fra –fallecido en 1997–, en Vietnam durante la guerra, para apoyar la causa del Vietcong.

El festival sevillano, constreñid­o por las medidas antipandem­ia, le dedicó un homenaje virtual acompañado de la programaci­ón de una docena de cortos y una exposición no menos virtual de sus fotografía­s, tomadas en las ruinas de la Italia de posguerra, cuando triunfaba el neorrealis­mo, movimiento del que Mangini acabó siendo el único exponente femenino tras la cámara.

Mangini nació en Mola di Bari, en el sur de Italia, en 1927, fruto de la relación de un socialista y una noble. En 1933, debido a la crisis económica, la familia se trasladó a Florencia. Muy pronto, a pesar de que descubrió el cine en los cine clubs creados por el régimen de Mussolini, que utilizaba el séptimo arte como propaganda para captar a los más jóvenes, se alejó del fascismo rampante y se definió como anarquista.

A la que pudo agarrar una cámara fotográfic­a, impuso su mirada libertaria, sensible con las clases oprimidas –a los obreros, a los campesinos y a los marginados–, desafiando la censura y los prejuicios machistas.

Empezó como reportera, y al cabo de unos años de retratar una Italia que resurgía milagrosam­ente de sus cenizas llegó al cine de la mano de Pier Paolo Pasolini. El entonces poeta y escritor, que no dirigió su primera película

–Accattone– hasta 1961, le pidió que se inspirara en su novela Chicos del arroyo, publicada en 1955, sobre la juventud marginal de la periferia, una de sus obsesiones.

Del encuentro con Pasolini surgió el corto documental Ignoti alla città (1958), que fue censurado por incitación a la delincuenc­ia. La colaboraci­ón entre Mangini y Pasolini se acabó convirtien­do en trilogía con Stendalì: Suonano ancora (1960), sobre un rito de duelo hablado en griko –un dialecto de la región de Salento– y La canta delle marane

(1961), rodado en el extrarradi­o de Roma. En esa época también regresó a su sur natal, calcinado por el sol y la miseria, para rodar

Maria e i giorni (1959). Seguirían títulos como Essere done (1965), un encargo del Partido Comunista para mostrar a la mujer trabajador­a, o Felice natale (1965), una crítica a la Navidad como festín consumista.

Con su marido también codirigió All’armi, Siam Fascisti!

(1962), una película montada con imágenes extraídas de todas aquellas películas de propaganda fascista a las que se había resistido de joven. Tampoco pasó la censura.

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