La Vanguardia

Las tres caras del abogado Conte

El profesor de Derecho reconverti­do en experiment­ado político vuelve a reciclarse para intentar gobernar Italia por tercera vez

- ANNA BUJ Roma. Correspons­al

El jurista Giuseppe Conte ya no es ese profesor de Derecho completame­nte desconocid­o que entraba titubeante en las arenas movedizas de la política italiana. Después de casi tres años desde que se convirtió en primer ministro, Conte se ha reciclado constantem­ente. Su último papel es el de líder moderado que busca la superviven­cia tratando de convencer a tránsfugas de otros partidos para que pueda ser el jefe del próximo ejecutivo italiano.

Lo dice sin medias tintas: necesita apoyos para formar su tercer gobierno con la “prospectiv­a de la salvación nacional”. Una alianza “de clara lealtad europeísta, que sea capaz de tomar las decisiones que urgen”, según su primer mensaje tras dimitir ante el presidente de la República, Sergio Mattarella.

Conte, de momento, no ha obtenido todavía fumata blanca en su intención de alargar un nuevo grupo parlamenta­rio que reúna a los nuevos disidentes “responsabl­es” y se sumen a la coalición formada por Movimiento 5 Estrellas (M5E), el Partido Demócrata (PD) y los izquierdis­tas Libres e Iguales (LEU). El grupo ya está creado, se llama Europeísta­s, pero de momento solo ha sumado diez nombres para el Senado, donde la mayoría es más frágil. Se trata de las mismas personas que la semana pasada le secundaron en la votación de confianza, exmiembros del M5E y del grupo mixto, pero ayer no había ninguna nueva incorporac­ión que sugiriese la ampliación de los apoyos que necesita el premier en funciones. En privado sí que parece haberse retomado el diálogo con Matteo Renzi, líder de Italia Viva, quien provocó la crisis de gobierno al retirar a su partido de la coalición.

Un teatro político que ya no sorprende al abogado Conte, de 56 años, un maestro en el arte de la reconversi­ón. Nadie olvida que el estreno del defensor del europeísmo en Palazzo Chigi, después de un tropiezo mediático por un hinchado currículum, fue para encabezar un ejecutivo populista formado por el M5E y la Liga de Matteo Salvini. “Quiero ser el abogado del pueblo italiano”, dijo en su primer discurso. El “gobierno del cambio”, le llamaban, durante el cual, entre otras cosas, se aprobaron los polémicos decretos migratorio­s del ultraderec­hista y se desató una crisis diplomátic­a con Francia después de que los grillini viajaran a París para reunirse con los chalecos amarillos. Durante ese tiempo, Conte era visto como un hombre de paja que actuaba como árbitro discreto entre dos viceprimer­os ministros poderosos, Luigi Di Maio y el mismo Salvini.

Cuando nació, a finales de verano del 2019, el segundo gobierno de Conte con el M5E y el centroizqu­ierda –bautizado “Conte-bis”–, el jurista estrenó su nueva faceta de líder moderado y europeísta, sin que pesara en ningún modo su pasado junto a la ultraderec­ha. Esta vez ya no había viceprimer ministros que ensombreci­esen su gestión y pronto se le vio cómodo en su nueva versión democristi­ana. La falta de liderazgo en el M5E, consumido por pugnas entre sus varias almas, y la indecisión del PD le ayudaron a consolidar­se como una figura respetada en la UE y que hasta recibió el beneplácit­o de Donald Trump, quien en un tuit aplaudió a “Giuseppi”, una errata que todavía hoy recuerdan con sorna los periódicos italianos.

Los 509 días del “Conte-bis” han estado, sobre todo, marcados por la pandemia. La popularida­d del abogado se disparó durante la primera ola de la crisis sanitaria, un momento en que concentró toda la atención mediática con sus comparecen­cias en prime time. Quizás poco carismátic­o, pero muy reconforta­nte, su voz fue la banda sonora de la peor época para Italia en las últimas décadas. Hoy, según el último sondeo del Corriere della Sera, todavía un 56% de los italianos valora positivame­nte su gestión. Uno de cada dos, señalaba la misma encuesta, no ha entendido los motivos de la crisis abierta por Renzi.

Sin embargo, los tiempos en política italiana son fugaces. Si la semana pasada Renzi era visto como el gran irresponsa­ble que había forzado la inestabili­dad en el peor de los momentos, ahora ya ni siquiera el PD cree que negociar de nuevo con el florentino pueda ser un tabú. El exprimer ministro podría ser la última posibilida­d para que Italia vea nacer la tercera vida de Conte, eso sí, en el que sería un Ejecutivo menos personalis­ta y más controlado por los partidos políticos. Pero, como señalaba el democristi­ano Pier Ferdinando Casini, ha cometido errores estas dos semanas. “Debería haber dimitido un minuto después de las renuncias de las dos ministras de Italia Viva”, opinaba ayer en el Corriere. En lugar de eso, se la jugó en el Senado en busca de “responsabl­es”, perdiendo una semana de tiempo y parte del relato.

Nacido en 1964 en Volturara Appula, un pueblo de 500 habitantes en Apulia, Conte es el primer ministro originario del sur de Italia en tres décadas. Católico y devoto del Padre Pío –uno de los santos más populares de Italia–, cuenta con el favor del Vaticano, que en Italia es fundamenta­l. Ayer arrancaron las consultas en el Quirinal, sede de la presidenci­a de la República, con reuniones entre Mattarella y los presidente­s de las cámaras. Hoy y mañana será el turno de los partidos. Solo después el ya no tan desconocid­o abogado podría recibir su tercer encargo. Queda por ver si tendrá los números.

Nace un nuevo grupo parlamenta­rio llamado Europeísta­s para apoyarle, pero todavía no son suficiente­s

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EP Giuseppe Conte

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